Posiblemente se le quedará corto, porque el techo de Juanpi es imprevisible y augura un futuro espectacular, pero anoche el menudo jugador venezolano levitó entre los mortales para marcar un gol estratosférico y para sellar prácticamente la permanencia, un año más, del Málaga CF en Primera División. El «28» blanquiazul tiene un duende de muchos quilates debajo de ese cuerpecito, unas cualidades más propias de aquella época dorada donde los regates y los goles eran poesía con versos de oro. Un genio que presagia un jugadorazo y que rescató su zurda para decidir un partido feo, tosco y oscuro donde no hubo brillo, no hubo claridad ni tampoco grandes diferencias entre un Málaga que está a pocos pasos de reeditar su permanencia y un Sporting que camina impávido hacia el abismo, escaldado más si cabe después del penalti no señalado en la penúltima jugada del choque.

Juanpi fue un rayo de sol en las tinieblas porque el Málaga volvió a no ser el mejor Málaga. Dejó demasiadas cosas al azar, no controló el partido ni antes ni después de la genialidad del venezolano y concedió ocasiones claras para el empate a un Sporting con más impulso que fútbol. Todo ello en un partido que se dibujaba con la importancia de las citas trascendentales del curso, pero que se perderá en la memoria y en las estadísticas como tres puntos más, además de la belleza de la perla venezolana.

Eso sí, pese a las complicaciones, la victoria en términos tangibles tiene pocas lecturas, pero son todas positivas. El Málaga acaba con una racha de cinco partidos sin ganar, se coloca octavo con 36 puntos, con diez sobre el descenso y a seis del séptimo. Y sobre todo, con todo el fin de semana para disfrutar con la victoria en el saco.

Pero los intangibles también deben contar y este Málaga parcheado fue irreconocible. Y lo peor es que se está convirtiendo en un habitual en las últimas jornadas. No gustó el conjunto blanquiazul ayer pese al triunfo, pero tampoco en Riazor ni contra el Valencia. Lo importante era ganar y se ganó. Pero ahora Gracia debe recuperar sensaciones y desde luego la victoria debe ser la mejor piedra en la que cimentar esa recuperación.

El partido también debe servir para aplacar sospechas, olvidarse de fantasmas y de manos negras. Porque el penalti de Pablo Fornals en las postrimerías del partido pudo cambiar el sino del choque. El que piense que los de negro han querido compensar es que no ha entendido nada. Ayer la moneda salió cara. No parece que haya más. Aunque es cierto que otras tantas veces salió cruz.

Pero no debió llegar el Málaga a ese minuto fatídico con el partido abierto, con la diferencia entre uno y otro equipo con sólo un gol de distancia, a pique de verse envuelto en cualquier acción imprevisible. Debió resolver mucho antes, en una de sus galopadas o en alguna de sus combinaciones. Aunque lo cierto es que el partido por momentos fue una ruleta rusa, sin control y sin red de seguridad para unos y para otros.

Mención especial también debe tener hoy Guillermo Ochoa. El Memo se hizo gigante y por momentos achicó la sombra de Kameni, en la que había vivido este año y medio de ostracismo. El mexicano tiene también duende y un trozo del pastel del triunfo de ayer es suyo. Porque nada más comenzar ya paró la primera del Sporting. Pero fue en la segunda mitad, en medio de esas idas y venidas, donde el internacional se lució. Primero a un cabezazo de Sanabria con una estirada felina y luego a un disparo a bocajarro de Pablo Pérez, que Castro mandó el rechazo al palo.

Y es que el partido no llegó a tener un dueño en ningún momento. El Málaga, con más juego directo de lo habitual, intentó cazar siempre al Sporting a la carrera, con verticalidad y sin posesión. Pero se estrelló una y otra vez. Demasiadas distancias entre líneas, con un Málaga muy denso y estirado, imposibilitaron un partido de control y de liderazgo blanquiazul.

Pero en una de ésas, Juanpi asumió la responsabilidad. Agarró un balón en tres cuartos tras una buena presión conjunta, regateó en seco a su par y con un zurdazo preciso la colocó en la escuadra de Cuéllar. Gol que decide un partido.

Entonces sí, el Málaga se aplacó y asumió su rol de equipo más hecho y dominante, al menos en casa. Pero no le sirvió para marcar el segundo. Sesteó el conjunto de Gracia y cuando se dio cuenta, había caído en la trampa del Sporting.

El partido volvía a ser un correcalles y las ocasiones se sucedían en una y otra área. Apareció Ochoa y falló el Málaga en los últimos metros. El final ya lo conocen, con el no penalti de Pablo, pero también con la gran alegría malaguista, que no es poca. La permanencia está casi sellada a falta de que hablen las matemáticas. Pero con Juanpi, el final de curso puede ser un dulce paseo por las nubes.