No hay brillo ni tampoco lustre a lo que hace el Málaga CF en las últimas semanas. No hay recompensa ni premio para el conjunto de Javi Gracia. No hay cava por la victoria para el equipo blanquiazul, que revive por momentos su época más oscura y desesperante de la temporada, allí donde no había ni alegría ni goles. Anoche, contra el equipo más goleado de Primera, el conjunto malaguista rozó otro borrón en su historial salvado en el último suspiro por Federico Ricca y por su tanto in extremis. Un oportuno zurdazo que aplaca la crisis goleadora, pero que sigue poniendo de manifiesto la pelea constante de este equipo con el gol y que inevitablemente empaña todo el trabajo que hay detrás.

El Málaga CF no tiene tino, tiene el olfato goleador perdido. Es un equipo ofuscado con el gol y se pone de manifiesto cada jornada. El conjunto de Gracia le pone todos los condimentos posibles, adereza su «plato» con buena materia prima, cocina a fuego lento sus jugadas, pero le falta el remate final, la salsa que envuelve la obra maestra en el paladar. Trabaja duro el conjunto blanquiazul por salir de su atolladero, intenta convencer al personal de que se siguen partiendo los «cuernos» en este tramo final de la temporada, pero el gol lo eclipsa todo. Y ya se sabe, si no hay tantos, no hay brillo ni tesoro.

Al menos ayer el Málaga tiró de casta, pegó un arreón final en busca de la heroica y metió contra las cuerdas a su rival a base de empuje y de garra. No es cuestión de fútbol -o puede que sí-, es cuestión de acierto y de pundonor. Pues de eso puso el conjunto blanquiazul en el tramo final del partido, se desató de las ataduras tácticas y buscó el imposible en una de esas jugadas que el fútbol suele premiar muy de vez en cuando. No fue el pase de una eliminatoria ni tampoco el gol de la salvación o de la clasificación a Europa, pero el tanto de Ricca -sí, el lateral izquierdo- en un balón a la olla desató un suspiro de alivio en el malaguismo, una rabia contenida que delataba que este equipo quiere, pero que quizás no le da para más.

Pese al gol final, pese a rescatar al menos un punto, el malaguismo volvió a marcharse con esa sensación agridulce que le viene rondando la cabeza en las últimas jornadas, con la idea de que la temporada se escapa entre las manos sin pena ni gloria, pese a que ha habido un tramo digno de alabar. Queda el poso de que es otra temporada más que se sobrevive, pero que ha faltado esa pizca de suerte para que sea «el año» o que falta ese pasito que quizás lo dan los millones o una buena camada de canteranos.

En cualquier caso, la clasificación se empeña en contradecir a la plantilla blanquiazul y el «pescao» ya parece vendido, al menos en lo que a objetivos se refiere.

Es por eso que también es digo de reseñar que al menos este Málaga no haya bajado los brazos. O al menos no es la sensación que ha ofrecido en las dos últimas jornadas. Si el Málaga no gana o no puntúa es por falta de acierto o de tino, no por su dejadez.

No tendría sentido, entonces, que el conjunto blanquiazul saliera a por todas desde el primer minuto de juego, con velocidad en sus transiciones, con el Chory inspirado aunque con la misma negación de cara al gol de sus delanteros que las últimas jornadas.

Gozó el extremo uruguayo de buenas ocasiones, pero una veces por Juan Carlos y otras por su falta de clarividencia, las ocasiones se fueron al limbo.

El Rayo también respondió. Es un equipo, el de Paco Jémez, echado para adelante, casi temerario. Y fruto de ello deparó un partido abierto con claras ocasiones para los rayistas también en la primera mitad, como un tiro a la madera de Quini u otro derechazo de Embarba, obligando a Ochoa a lucirse. Pero el gol no se movía ni para unos ni para otros, ante cierto nerviosismo del respetable.

La segunda mitad sí deparó movimiento. Primero golpearon los visitantes, que volvieron a estrellar en balón en la madera en un córner y a cabezazo del exmalaguista Javi Guerra. El veleño salió poco después en camilla por un golpe, que lo dejó resentido. Tiene roto el pómulo.

Pero en otro córner -demasiadas concesiones ya del Málaga en esa parcela en las últimas jornadas-, Embarba recogió un rechazo, probó fortuna desde lejos y encontró la complicidad de Baena para envenenarse y sorprender a Ochoa. Gol del torroxeño. Quizás lo justo hubiera sido que siguiera el empate en el luminoso, quizás el Málaga merecía más recompensa. Pero en esto del fútbol no se merecen los goles, se marcan.

Comenzó a mover el banquillo Gracia con cambios ofensivos. Pero le costó al Málaga llegar a la meta rival. La fortuna llegó en la penúltima ocasión, Ricca enganchó un balón suelto en el área tras una falta lateral. Era la recompensa al esfuerzo. Quizás también era lo justo.