Posiblemente esta crónica tenga que explicarse desde ese punto de locura que tiene el fútbol y por la grandiosa excitación que generan remontadas como la de anoche en Martiricos. Porque si hiciéramos un análisis reposado y sosegado del encuentro de ayer, el Málaga CF saldría bastante mal parado.

Afortunadamente dos chispazos, dos momentos mágicos o simplemente dos giros inesperados del guión pueden mandar todos los papeles al aire y cambiar muchas cosas. Pueden convertir la oscuridad en luz, la tristeza en alegría o cambiar los pitos por los aplausos enfervorizados. Ése es el fútbol. Para bien y para mal. Y ayer sonrió al equipo de Juande, que encontró la senda perdida en el veterano Duda, gracias a una asistencia a Sandro y a su gol providencial, todo ello en sólo dos minutos de juego. Consiguió remontar un partido que tenía perdido de todas las maneras, enderezar una jornada que lo mandaba a puestos de descenso, pero sobre todo dar un volantazo para intentar reconducir el camino de este Málaga tan errático hasta la fecha.

Dos minutos de emoción y de locura que pusieron patas arriba La Rosaleda. Dos goles, el primero del canario y el segundo del portugués, que sirven para sacar del pozo a un Málaga que ya agonizaba hacia la zona baja de la clasificación. Desconocemos los acontecimientos que se habrían precipitado si el conjunto blanquiazul no hubiera tenido el acierto necesario para batir a un Athletic con diez y si no se hubiera aparecido «San Duda», pero seguro que no hubiera sido un escenario nada halagüeño para nadie en Martiricos.

La cuestión es que el Málaga remontó un partido que tenía muy perdido y lo hizo con mucha casta y mucho coraje, pero con muy poquito fútbol. A base de arreones, el conjunto de Juande consiguió sacudirse el juego colectivo y trabajado de un Athletic mayúsculo. Ya lo hizo también ante el Eibar e incluso lo ha intentado en todos esos partidos que no ha conseguido ganar. Hay jugadores con amor propio en este equipo, eso creo que nadie lo duda, pero su fútbol parece tan discreto que se minimiza a la máxima expresión.

El Málaga no juega bien. Incluso podríamos decir que no juega ni un pimiento. Saca el balón al pelotazo. Busca la inspiración de sus delanteros y no genera fútbol ni en banda ni por el centro, además de ser un flan atrás. Se denota un equipo muy poco trabajado, con las líneas muy separadas y con la presión desordenada. Se aprecia también un nerviosismo impropio a estas alturas, lo que agudiza cada uno de los síntomas antes citados. El diagnóstico, por lo tanto, es desolador. Pero el fútbol también es rabia, lucha, entrega y pasión. Y de eso este equipo también tiene un rato.

Sobre todo lo tiene Duda, que por enésima vez salió al rescate de este Málaga como tantas veces lo ha hecho en su carrera. Parecía un cambio, el de Juande, poco ortodoxo para buscar la remontada, para lanzar la heroica. Pero el manchego quemó su última nave con el portugués buscando un centro lateral, un movimiento rápido de balón o alguna falta en la frontal. Quizás él tampoco imaginó que sería tan decisivo.

La cuestión es que Duda saltó al terreno de juego en el minuto 67 por Charles cuando el partido estaba perdido, el ambiente desolado y los jugadores negados. No había un plan establecido, sólo buscar la heroica como fuera.

Mucho antes, Aduriz ya había hurgado en el gran punto débil del Málaga con sólo tres minutos de juego. Aprovechó la facilidad de Llorente para zafarse de él y para batir a Kameni. Un mazazo demasiado pronto, lo que caldeó el ambiente y desató el nerviosismo.

El Athletic estaba siendo muy superior y llegaba con cierta facilidad al área de Kameni. El Málaga, por contra, se veía superado en todas las líneas y no creaba casi peligro.

Todo hasta que llegó la jugada decisiva del partido, donde un enganchón entre Rosales y Balenziaga dejó al vasco en la caseta por roja directa -posiblemente el venezolano también lo mereció-. Se cambiaron las tornas y el Málaga encontraba una pequeña rendija en la que colarse para encontrar el giro necesario a sus problemas.

Pero la falta de acierto y el plan traído del descanso no funcionó. Hasta que Duda entró en juego.

Posiblemente la actuación, el acierto y la clarividencia del luso fueran también fruto de la fortuna o de algo casi divino o celestial, pero la historia está llena de grandes gestas del portugués y eso no es casualidad.

Marcó Sandro en el 82´ y justo después lo hacía Duda. El Málaga, que también acabó con diez por expulsión de Koné, evita el desastre y remonta el vuelo. Ahora tiene dos semanas para comenzar a trabajar con la tranquilidad de la victoria. Porque queda mucho por delante y muchísimo que mejorar. ¿Será un punto de partida?