Era de sobra conocido que iba a ser difícil ganar en el Calderón, aunque dio la sensación de ser prácticamente imposible para un Málaga timorato y asustado. El equipo de Juande fue un juguete roto en manos de un gran Atlético, un conjunto que pelea y lucha como un humilde pero que golpea y remata como un grande. Entregó demasiado pronto el equipo blanquiazul la cuchara encajando el enésimo gol tempranero y volvió a demostrar su fragilidad defensiva y su falta de ideas para provocar juego ofensivo, sobre todo en la última media hora, cuando estuvo con un hombre más sobre el césped. Las costuras de este equipo quedaron otra vez al descubierto ante un rival que no tuvo piedad. Y estas sensaciones demuestran que este Málaga sigue en construcción y que no le da por el momento para competir con equipos de mayor enjundia.

Pensar que el Málaga estuvo vivo hasta la galopada de Carrasco en el 87´ es ser demasiado optimista y no querer ver la realidad. Porque hasta el golazo del belga, sólo los chispazos aislados de Sandro -espectacular su golazo de falta en la primera mitad-, la expulsión de Savic en el 60´ y el gol de Camacho con la testa mantuvieron con vida al equipo. Eso sí, cogido con un hilo tan fino que se podía partir en cualquier momento. Porque este Málaga plagado de bajas importantísimas está aún lejos de ser un equipo conjuntado y con hechuras para asaltar la casa de un grande.

Hasta hace no mucho estábamos acostumbrados a ver competir al equipo blanquiazul en grandes escenarios y contra grandes rivales. Pero este Málaga es otro, con otras directrices y también con otro recorrido. No ofreció casi nunca muestras de pelear el signo definitivo del partido y no supo contrarrestar las virtudes de los colchoneros, que llevan el partido al límite del reglamento pero que atesoran en sus botas calidad de primer nivel mundial.

El primer factor desequilibrante del choque llegó desde vestuarios. Koné fue una rémora para el equipo blanquiazul durante toda la primera parte. El africano, que estuvo entre algodones toda la semana por lesión, salió de inicio pero demostró no estar en sus mejores condiciones para un partido tan exigente. Juande decidió recuperarlo pese a tener al joven canterano Luis Muñoz en el banquillo. Una decisión a todas luces determinante tal y como se desarrolló el choque.

La cuestión es que Koné a medias tintas dejó más borrones de los que cabía esperar. Carrasco se dio cuenta en la primera que tuvo. Lo encaró, fintó, corrió y golpeo con el malaguista como espectador de lujo. El zaguero no hizo ni amago de intentar cortar el disparo del belga, que superó a Kameni en el primer tiro a puerta (7´). Y todo eso pese a que el Málaga no había salido mal al partido.

El Atlético ya sabía que ahí tenía un filón y lo supo aprovechar. Siguió apretando, con viento a favor y con una presión coordinada y aguerrida. Y en otra acción incompresible y en un error más sonrojante, Koné devolvió al centro del área pequeña un balón con la testa cuando la solución era despejarlo hacia fuera. Sorprendió a todos y Gameiro sólo tuvo que darle las gracias para marcar el segundo tanto (25´). Los errores recuperaban la peor versión de la zaga malaguista y todo apuntaba entonces a goleada rojiblanca.

Pero en una acción aislada -el Málaga no había pisado aún el área de Oblak- Sandro encontró la luz. El canario lanzó una falta escorada con la potencia y la calidad necesaria para que se colara por la escuadra. Su zapatazo supuso el 2-1 (31´), un balón de oxígeno y algo de vida y esperanza para el malaguismo.

No fue suficiente porque antes del descanso Gameiro volvió a apuñalar a la zaga blanquiazul. Un balón a la espalda de los centrales, prolongación de Griezmann, Gameiro que se marcha de la marca de Koné sin problemas y el francés supera en mano a mano a Kameni. Todo parecía decidido al descanso (3-1).

A la vuelta de vestuarios el Atlético siguió con su plan: no dejar rehenes. Gameiro, Godín o Griezmann lo intentaron con ahínco, pero el partido volvía a sufrir otro giro inesperado a tenor de lo que se estaba viendo sobre el césped. Una galopada de Chory era cortada de manera abrupta por Savic, que veía la segunda amarilla y se marchaba a la calle (60´). Y cuatro minutos después, Camacho de cabeza volvía a recortar distancias para poner el 3-2.

El Málaga tenía poco menos de media hora para intentar igualar el resultado ante un Atleti con uno menos. Pero la puesta en escena fue desesperante. Juande movió el equipo y a la entrada de En-Nesyri y Juanpi se unió la de Duda. Incluso cambió tácticamente buscando más mordiente. No hubo señales del ataque blanquiazul. Con los rojiblancos encerrados, el Málaga no supo o no pudo generar peligro. Y ahí murió casi cualquier opción real de intentar poner en jaque el resultado definitivo.

Fue en una contra de vértigo con una galopada espectacular de Carrasco cuando se cerró el partido para el definitivo 4-2. El Málaga volvía a perder tras tres jornadas sin hacerlo. Lo del Leganés no fue un espejismo, pero lo de ayer tarde tampoco. Toca recapacitar y recuperar efectivos.