«Pablo come aparte. No lleva pendientes, no se pinta el pelo, juega 20 minutos y no se queja... Es el ejemplo». Parafraseando a Pep Guardiola cuando se deshacía en elogios hacia Andrés Iniesta, Pablo Fornals es el ejemplo a seguir de este Málaga y fue anoche el timón que guió al equipo hacia el «puntazo» que el conjunto blanquiazul arrancó de Mestalla. Dos golazos, el primero de una belleza y plasticidad impecable, y el segundo, salvador en el descuento y justiciero como pocos, fue suficiente para el canterano malaguista, que jugaba en su tierra y cerró un partido para recordar por los goles y por su juego. Un empate que con el subidón final sabía a gloria, pero que con el poso y el análisis sosegado del partido se queda casi escaso a tenor de cómo se desarrolló el choque.

Pero antes, al MVP del partido. Porque ayer los focos apuntaron a Pablo con luz potente. El joven malaguista es un chico de la cantera que ha sido internacional absoluto con España, pero que lleva dorsal del filial -debe ser el único caso de la historia reciente-. Es un jugador humilde que compagina su fulgurante carrera de futbolista con las clases de inglés para sacar el B1. Y sobre todo es un currante que ha sabido aprovechar su oportunidad a las mil maravillas. En las distancias cortas, Fornals es buen tío, se hace querer y muestra un aplomo y madurez casi impropia para sus 20 años. Javi Gracia, el técnico que le dio la alternativa y con el que aún tiene contacto pese a estar en Rusia, llegó a afirmar de él que era el cuñado que todos querrían tener. Pero lo mejor de todo es que encima es un magnífico futbolista con una proyección descomunal. Un titán que se transforma dentro del campo y un jugador con una gran inteligencia futbolística que le vale para jugar casi de lo que le pongan.

Don Pablo fue ayer el patrón malaguista y a él se encomendó el Málaga para sacar un punto de oro y para mantener la racha de cuatro partido ligueros sin perder. Un paso firme hacia la solidez y la regularidad deseadas, pero interrumpidas por las lesiones.

La cuestión es que Pablo Fornals lideró anoche a la camada de canteranos que llegaba a Mestalla. Y también a un equipo que mascaba la tragedia ante el peor Valencia de los últimos años. Jugó bien el Málaga, pero defendió desastrosamente mal. Posiblemente nada nuevo bajo el sol, pero la facilidad con la que el conjunto de Juande concede ocasiones es pasmosa y sigue siendo alarmante, pese a que el equipo vive lejos de los puestos de descenso.

La cuestión es que anoche el Málaga obtuvo mejores sensaciones que resultado, algo diametralmente opuesto a lo que viene sucediendo durante toda la temporada. Y hubiera sido una injusticia haberse vuelto ayer de vacío de Mestalla, el mismo campo que se le sigue resistiendo a este club una y otra vez. Anoche debía haber sido la ocasión para ganar, pero el equipo blanquiazul también apareció muy mermado. Demasiado.

Comenzó a tomar forma el sueño de la victoria con un tempranero golazo de Fornals, que enganchó una volea bellísima para marcar nada más empezar (3´). Nunca el Málaga había marcado tan pronto esta temporada.

Pero poco, muy poco duró el entusiasmo y en la primera llegada local llegó el empate. Rodrigo remató libre de marca una falta botada por Parejo (7´). Boyko, que debutaba en detrimento de Kameni, no pudo hacer nada.

El partido se equilibró, pero el Málaga estaba valiente con Ontiveros haciendo de «malote» por su banda y con Camacho como «jefazo». Pero Santos era una isla entre tres centrales y la zaga seguía siendo un flan, pese a que no había demasiadas aproximaciones.

Hubo intercambio de golpes, pero fue Medrán el que aprovechó un rechazo suelto dentro del área para certificar la remontada che. Fue antes del descanso (34´) y el partido se ponía cuesta arriba. A partir de ahí, el Málaga dominó el partido de principio a fin.

Se fue al descanso contrariado por la situación, afectado por el segundo gol, pero decidido a intentar recuperar el terreno perdido. Y así fue. En la reanudación agarró el equipo de Juande el balón para hacerse dueño y señor del choque, también ayudado por el grandísimo paso atrás del Valencia, hecho un flan por su delicada situación.

Pero el control seguía siendo estéril, sin un acoso y derribo en remates y con falta de pegada -botó 13 córners- , aunque con ocasiones como para intimidar. Juande metió a Duda, luego a Jony y por último a En-Nesiry. No ensució su dibujo y fue fiel a su equipo.

Ontiveros seguía intentándolo por una banda y por otra. Duda reclamó un penalti clarísimo (82´) que hacía recordar todos y cada uno de los «robos» que ha sufrido el equipo blanquiazul en Mestalla en los últimos años. Pero fue la conexión canterana, con un control dentro del área de En-Nesyri para que Pablo rematara de volea, la que cambió el signo final del partido y ponía justicia en el marcador. Está claro, este Málaga no muere nunca.