Cuando Marcelo «Gato» Romero fichó por el Málaga CF jamás pudo imaginar que iba a ser recibido de uñas... ¡por su propio entrenador! El centrocampista uruguayo aterrizó en paracaídas a la localidad holandesa de Doorwerth, donde el equipo blanquiazul hacía la pretemporada. Era finales de julio de 2001. Allí le esperaba, con cara de pocos amigos, Joaquín Peiró. Al míster le habían birlado, por 2.500 millones de pesetas, a su «ojito derecho». El uruguayo Gonzalo de los Santos hacía las maletas con dirección al Valencia. Y el Málaga se quedaba sin su referente, con el consecuente cabreo del técnico, que quería un jugador alto y con talla, que fuera bien de cabeza, para la línea medular. Cuando el «superagente» Paco Casal le «empaquetó» al menudo medio uruguayo, el pobre Peiró montó en cólera. El «Gato» demostró luego que su fichaje fue todo un acierto.

Ahora afronta otra situación de máxima alerta. Así ha sido su carrera en el Málaga CF. Compartió equipo con el después presidente Fernando Sanz, con el ahora director deportivo Francesc Arnau (que sale tocado de esta crisis) e incluso fue uno de los incluidos en el concurso de acreedores del Málaga CF. El «Gato», junto a Manu y Richard Morales, además de otros 11 empleados, fue uno de los damnificados dentro del Expediente de Regulación de Empleo solicitado por el club en 2007. Verle en un tribunal de justicia, con chaqueta y corbata, fue duro. Porque Marcelo, que vivió desde su complicada llegada a su feísima salida una montaña rusa, fue de los responsables del título de la Intertoto y de aquella temporada inolvidable en la Copa de la UEFA. Se marchó de Málaga. Y luego se recicló. Pero regresó. Cambió de vida, de amor, de casa y Mario Husillos le abrió las puertas de su club tras un paso efímero por el banquillo del Alhaurín de la Torre. El «Gato» es un superviviente. Tengo claro que si le dejas perdido en lo alto de la Maroma, el tío regresa a casa en tres horas. Intacto. A fuerza de vivir situaciones dantescas se ha convertido en una persona «normal». Ahora debe lidiar con un vestuario para el que ya no será un «amigo», sino el jefe. E imponer su idea, su discurso y su mando serán cuestiones vitales. Sin olvidar esa mano izquierda que ha de tener todo buen gestor de grupos. El «Gato» se comió a Zinedine Zidane en un Real Madrid-Málaga. Y ahora deberá trasladar su energía a un banquillo para el que requiere a todas luces aún más formación y experiencia. Necesitará apoyo y esa pizca de fortuna tan necesaria. Seguro que él sabe en qué sitio del vestuario guardó Juande «su» flor.