La vida sigue igual en el Málaga CF. Y quizás no deba de extrañar, porque la mano de Marcelo Romero en apenas 12 días como primer entrenador blanquiazul no da para hacer milagros. Y lo cierto es que el conjunto malaguista ha empezado el año tal y como lo acabó, con otro meneo serio y con la demostración de que hay mucho trabajo por delante. No es tan fácil como pulsar un botón y cambiar todo de golpe. Puede que incluso no sea cuestión de alternar el entrenador, aunque la herencia de Juande Ramos sigue aún patente. Pero el revolcón de ayer en Balaídos, sin ser un gran Celta -al menos de juego-, demuestra que el problema es más profundo, que habrá que tomar más decisiones, más serias y también de manera inmediata, porque urge llevarlas a cabo cuanto antes a tenor de lo visto los últimos partidos.

A este «nuevo» Málaga CF poco se le puede calibrar tras tan poco margen de maniobra. Las miserias siguen siendo las mismas, eso es innegable, pero al menos se pueden enjuiciar los propósitos. El problema es que la transición que vivirá el Gato Romero no es la más recomendable porque posiblemente afronta el tramo más complicado de la temporada. Y en cualquier despiste, te pinta la cara el Celta, la Real o el Madrid.

Si el Málaga CF del Gato pretendía y pretende jugar rápido, con verticalidad, al primer toque, con dos puntas y con cierta agresividad defensiva, todo salta por los aires a las primeras de cambio, cuando queda de manifiesto la fragilidad y la endeblez que este equipo maneja desde el verano. Puede ser cuestión de trabajo, que lo es, pero también de hombres. De nuevo, los errores en cadena con nombres y apellidos vuelven a ser una losa demasiado pesada. Un patrón que se repite una y otra vez.

Ayer el Málaga salió con buena predisposición, con bríos renovados y con un juego suelto y alegre. Romero, en su primer once, ya había mostrado sus primeras cartas de juego como entrenador. Apostó por la vuelta de Kameni, que ayer no demostró mucho más que Boyko en partidos precedentes. Optó por Juankar de lateral, a Fornals lo adelantó de línea y a Michael Santos le dio la oportunidad de salida.

Pero todo saltó por los aires a las primeras de cambio. En el primer fallo y en el primer ataque local. Una pérdida de Santos dejó a la zaga descolocada, que recibió un ataque rápido de Aspas para superar a Kameni en el mano a mano. Demasiado fácil y a revivir fantasmas no muy lejanos. El Gato, que había mostrado algunas líneas de trabajo en los primeros minutos, no pudo evitar este mal que ya parece endémico.

A partir de ahí, con el gol de casi siempre, el Málaga curiosamente comenzó a sumar, como otras tantas veces le ha pasado. Y eso que Miguel Torres se lesionó poco después y Llorente, casi en su primera acción, cometió penalti por mano que no señaló el colegiado.

Poco a poco el Málaga mostró ciertas maneras, con Sandro como principal estilete y con Chory entonado. Pero el delantero canario no aprovechó las ocasiones claras que tuvo, pese a su hiperactividad.

Del Celta no se sabría mucho más. Había igualdad en el césped, pero no en el marcador. Los locales estaban cómodos con la ventaja y el Málaga esperaba agazapado para intentar dar la sorpresa. De hecho, el equipo malaguista había hecho ciertos méritos para irse con empate al descanso.

Pero no fue así y la segunda mitad se reanudó con ventaja del Celta, que se vería aumentada con otro grosero y enorme error blanquiazul, esta vez obra de Diego Llorente. El zaguero, que no atinó a despejar o que quiso regatear en el borde del área, perdió el balón y la jugada acabó en el balón en el fondo de la red gracias a Wass (60´).

La defensa del Málaga era todo el Circo del Sol, función completa, en un mismo pase. Es casi imposible hacer más incongruencias futbolísticas en un mismo partido. Porque no había dos sin tres y 13 minutos después, con el Málaga ya entregado, Fontás, en un gravísimo error en la marca de una falta lateral, marcaba el tercero y la sentencia (73´).

Todos y cada uno de los jugadores defensivos quedaban en evidencia. Sin indulto. Sin remilgos. El Málaga sigue siendo un caos defensivo y la solución parece pasar únicamente por firmar uno o dos centrales de garantías. Aún así, el primer movimiento en el mercado blanquiazul ha sido el de traer un delantero, que no pudo jugar ayer al no tener el tránsfer.

Antes del tercero, Juanpi falló un mano a mano que habría apretado el choque (65´). Con el tercero, Santos mandó un tiro al palo y Sandro maquilló. El canario es un depredador y en una falta lateral magníficamente botada Wass hizo un autogol (86´). Al final, el 3-1 recrea la dura realidad del Málaga ahora mismo. Sólo queda trabajar mucho. Muchísimo.