En la matinal del domingo el mundo del fútbol asistió a un atraco demencial. Un robo a mano armada en toda regla con un «caco» disfrazado de árbitro, Vicandi Garrido, y una víctima, el Málaga CF. Pero Vicandi no es antimalaguista. No. Vicandi es simplemente muy malo. El colegiado vasco, protegido de Ángel María Villar, tiene «enemigos» por todos los puntos cardinales del territorio patrio.

Pregunten ustedes por ´Bikandi´, como le gusta que lo llamen en su tierra, en plazas como Sevilla (ha desquiciado a los dos equipos hispaleneses), Levante, Granada o Gijón, solo por nombrar algunos de los lugares donde ya es persona «Non Grata». Muchos errores y desquicios acumula ya a su temprana edad. Solo cuenta con 31 años y lleva tres en la élite del fútbol español sumando tropelías e indignaciones por aquí y por allí.

Vicandi arrasa allá por donde pisa. Es malo, muy malo. Un árbitro que es capaz de no ver un agarrón con doble tirabuzón a Charles dentro del área del Villarreal y a renglón casi seguido pitar uno inexistente de Rosales en área contraria.

¿Y las risas a la hora de sacar amarillas a jugadores del Málaga? ¿Y la cara de parecer estar disfrutando como un enano? Eso fue, quizás, lo que más indignó al personal. Pero no es porque sea antimalaguista. NO. Simplemente porque es muy malo. Vicandi no se ríe del Málaga, se ríe porque es penoso, conoce sus muchísimas limitaciones ejerciendo su «profesión» y lo demuestra con esa fanfarronería que no deja de indicar nerviosismo y no saber muy bien lo que está haciendo. Un mono con dos pistolas.

Porque es tan malo que bien le da por reír, como le sucedió el domingo; o bien le da por llorar, tal y como le pasó en la mismísima Rosaleda la pasada temporada, tras anular un gol legal al Levante que indignó a los granota. El propio Quico Catalán, presidente levantinista, aseguró que el vasco se había encerrado en su vestuario llorando a moco tendido por su enésimo atropello. En esa ocasión fue el Málaga el beneficiado, simplemente porque Vicandi no es antimalaguista, simplemente es malo, muy malo. Y lo peor es que no será la última vez que el conjunto blanquiazul se cruce con este trencilla bipolar, capaz de reír y de llorar a la vez aunque los errores que cometa sean de la misma gravedad.

Pero claro, la impunidad arbitral en este país es una máxima. Si un jugador comete un error disciplinario es sancionado, si falla o no rinde lo suficiente, es sustituido por su entrenador; pero un árbitro, no. Los de negro tienen bula en este sentido. Una semanita o dos en la «nevera» en el mejor de los casos y todo olvidado. No para Vicandi, que el Comité de Árbitros le ha premiado con el Celta-Osasuna de la próxima jornada. Que Dios reparta suerte en Balaídos.