Hay muchos tipos de victorias. Y la de este lunes por la noche del Málaga CF sobre el Sevilla fue gloriosa, de las que se saborean cada minuto, cada disparo a puerta, cada regate o incluso cada despeje. Fue un partido vibrante donde triunfó la entrega, el saber sufrir y la batalla hasta el final. Fue el premio de la lucha contra la adversidad, de rebelarse contra un equipo mejor y de intentar agradar a una afición maltratada. El Málaga de anoche fue exquisito. Con sus virtudes y sus defectos, pero sabio en sus movimientos. Táctico e inteligente como un ajedrecista e impulsivo y voraz como un boxeador. Y el resultado, evidentemente, fue inmejorable. Ni el propio Al-Thani habría firmado un guión mejor, con remontada, con sufrimiento, con golazos y con alegría desbordante en la grada. Señores, éste es el Málaga y ha llegado para quedarse. Bienvenido. Y que continúe la fiesta blanquiazul.

Sí, posiblemente esta crónica y este titular tengan una pizca de forofismo, pero el fútbol es pasión y la victoria del Málaga tuvo mucho de eso anoche. Porque ni un solo malagueño y malaguista se marchó sin sonreír de La Rosaleda. El efecto contagio ha traspasado las paredes del vestuario blanquiazul para trasladarse a la afición y se ha declarado la felicidad como el estado de ánimo oficial en Martiricos. Nadie recuerda ya los guantazos con el Betis, Espanyol o Eibar. Los sinsabores de mitad de temporada, los nervios, la presión o las críticas. No ha terminado el presente curso y el malaguismo ya quiere que comience el próximo. Ése es el mejor resumen posible del final de temporada del Málaga.

Y si Míchel tiene buena culpa de este cambio radical, anoche los jugadores pusieron mucho de su parte. Porque fue un partido complejo y delicado, en el que el Sevilla llegaba con prisas, necesidades y enrachado, pero donde los jugadores dieron un paso al frente. El mérito blanquiazul radica en ponerse e incluso superar en la balanza todo lo bueno sevillista para llevarse un triunfo incuestionable.

Porque si el Sevilla tiene a NZonzi, Correa o Ben Yedder, el Málaga tiene a la mejor hornada de canteranos de los últimos años con Pablo Fornals, Ontiveros o Luis Muñoz como principales puntales -véase el triunfo del Juvenil ayer por la mañana al FC Barcelona-. Y qué decir de Sandro. Ése animal del área que no perdona una, que tiene el gol entre ceja y ceja y que está en estado de gracia. El canario volvió a ver portería para sumar su sexto gol en su sexto partido. Pero anoche fue prodigioso porque aunque por momentos fue una isla, marcó el 2-1 de la remontada, asistió el 3-2 a Llorente y provocó el penalti del 4-2, aunque el gol llegó con su fallo desde los once metros. Es difícil encontrar un jugador más decisivo en el tramo final de la temporada como lo está siendo el «9» malaguista.

Por eso anoche el Málaga se doctoró. Y en su vitrina de piezas de caza podrá colgar la cabeza del Sevilla junto a la del Barcelona de hace unas semanas. Y deja hueco para la del Real Madrid, que visto lo visto ya no sorprendería nada.

En esa clase magistral brilló en centro de la zaga y el centro del campo. Llorente cada día va a más, que ya es decir tras cambiar radicalmente con la llegada de Míchel. Y Luis Hernández es un frontón. Pero más titánica fue la lucha de Recio y Camacho en el centro del campo. Ahí comenzó a ganarse el partido.

Un choque caliente y con brega, pero noble y entregado como pocos. Comenzó con mucho juego táctico y casi sin oportunidades. Hasta que el Sevilla golpeó con fuerza el primer error malaguista. Una rápida contra con Ben Yedder que asistía atrás a Vázquez en el pase de la muerte (30´). Pudo irse el partido al garete malaguista poco después, en un mano a mano que falló Correa. Pero en la siguiente jugada Pablo quitaría las telarañas de la escuadra izquierda de Rico con un auténtico golazo (38´).

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Empate al descanso en un impás antes de la tormenta. Porque en la reanudación se desató un partido precioso de poder a poder donde el Málaga salió victorioso. Si Sampaoli movía su equipo para poner defensa de cuatro, Míchel hacía lo propio para colocarse en defensa de tres en un partido rico y generoso tácticamente. El Málaga comenzaba a recuperar el centro del campo, pero los goles llegarían a la contra, con velocidad, precisión y calidad.

Sandro aprovecharía el regalo de Pareja para acribillar a Rico (51´), pero Vázquez también daría las gracias por el fallo de Luis Muñoz (2-2, 58´). Volver a empezar de nuevo en un partido frenético. Pero este Málaga, sin presión, está suelto y de dulce. Y encontró el camino del gol con Llorente en un cabezazo que se le venía resistiendo demasiado tiempo. Ayer cerró por fin esa puerta para deleite malaguista (77´), aunque antes Kameni salvó un cabezazo de Iborra.

Con el Sevilla entregado, con la grada haciendo la ola y con Sandro en plan estelar llegó el penalti para sentenciar. El canario lo falló, pero Juankar, atento, no perdonó el rechazo. Triunfo de muchos quilates del Málaga CF, que sigue subido en la cresta de la ola. Que pase el siguiente.