Un canto al fútbol, un encuentro intenso y lleno de derroche o una lucha sin cuartel con un Málaga desatado, inteligente y sobre todo peligroso fueron los ingredientes con los que Míchel y sus pupilos aderezaron una penúltima jornada de Liga que parecía insípida y sin interés para los blanquiazules. El de ayer podría haber sido un buen día para dejarse llevar, para caer en los bazos de Morfeo y no aguar la fiesta a los donostiarras, que luchan por entrar en Europa a toda costa. Pero no, este Málaga no entiende de concesiones y con ése dulce sabor que está dejando en el paladar malaguista el final de curso cierra filas el plantel con unas sensaciones que no parece que puedan ser mejores.

Míchel ha conseguido que este Málaga pueda perder o empatar, pero que siempre compita a un nivel altísimo, derrochando sudor y sacrificio a raudales. Ayer el Málaga apaciguó a aquellos que piensan que ya no se jugaba nada, porque no es cierto. El equipo de Míchel ha estado construyendo en los últimos partidos un proyecto ilusionante para el futuro, un sentimiento de arraigo con su afición que se había perdido con el tiempo. Cada gol, cada carrera o cada balón disputado ha sido una pequeña piedra para cimentar la ilusión de la próxima campaña, pero también una responsabilidad por la exigencia que está por venir.

Aunque tampoco parece que haya ni vértigo ni que se conforme el Málaga con lo que había logrado hasta ahora. Y lo puso de manifiesto en Anoeta, donde cosechó un empate de mucho valor moral para el futuro, con momentos de buen fútbol, con entrega y sacrificio y también con esperanza. Porque la Real Sociedad no lo puso fácil, vendió cara su piel porque está en lides europeas y apretó al máximo al Málaga. Pero la respuesta fue contundente y satisfactoria.

Y todo ello justo antes de afrontar una semana donde el foco estará más encima del Málaga CF que nunca. Porque habrá quien pondrá en entredicho el rendimiento malaguista, ya sea para bien o para mal, en el partido contra el Real Madrid que cerrará la Liga. Vendrán suspicacias de un bando o de otro, pero este Málaga ya ha demostrado que no se casa con nadie y que tampoco va de comparsa a las fiestas de los demás.

Porque en Anoeta esperaban un cierre de curso triunfal. Con un Málaga que no se jugaba nada clasificatoriamente y que llegaba con las bajas de Camacho y Ontiveros, dos de los más destacados. Pero el engranaje de Míchel está tan bien cuidado que ahora mismo casi cualquiera que entre en la dinámica de equipo, responde.

El madrileño no colocó de inicio a José Rodríguez -de hecho ni jugó- y optó por bajar a Pablo para acompañar a Recio. Keko y Juankar fueron las novedades. Pero el partido del malagueño fue sublime, con un golazo, con magníficos pases, con galones y con peso en el Málaga de principio a fin. Si Sandro, Llorente, Ricca o Jony sonríen con la llegada de Míchel, el paleño puede dar también palmas porque está acabando la temporada como un tiro.

Bajo la batuta del malagueño, el Málaga CF defendió y creció. Y eso que la Real salió a morder, con un tridente de ataque de muchos quilates -Juanmi, Willian José y Vela- y con Illarramendi haciendo las funciones de director en sus filas.

Pero este Málaga relajado, sin presión y con confianza es otro. Toca con soltura, hace desmarques, inventa y hasta dobla al compañero o lo asiste según se precie. En los primeros compases los donostiarras ponían las ocasiones, pero el Málaga el control del balón. Pausa, sosiego y tranquilidad para llegar al área de Rulli.

Jony intentó sorprender al argentino, pero Recio tuvo que sacar bajo palos un remate de Navas. Entonces el de negro tomó protagonismo. Llevaba un tiempo el Málaga sin sufrir malos arbitrajes, pero el de Latre ayer fue para olvidar. Primero no señaló un penalti sobre Sandro que era susceptible de serlo, luego picó en el piscinazo de Illarramendi con Keko, y ya en la segunda mitad no quiso expulsar a Raúl Navas. Fue el único punto negro del día en un partido intenso y precioso en todos los sentidos.

La cuestión es que la Real se aprovechó de ese error para adelantarse en el marcador por medio de Xabi Prieto (32´), pero fue Luis Hernández, justo antes del descanso, el que puso las tablas tras una jugada de pizarra que dejó el balón muerto en línea de gol. 1-1 a vestuarios y todo por decidir.

El paso de los minutos parecía ir en contra de los locales, que se estaban jugando su clasificación para la Liga Europa. La Real apretó y llevó peligro a la meta de Kameni. Quería el partido. Willian José besó la madera en el 58´, Vela se topó con Kameni y Oyarzabal rozó el palo. Pero el Málaga no se arrugó. Comenzó a crecer Sandro, creando ocasiones y llevando peligro. Pero fue Recio, con un derechazo a la escuadra de Rulli, el que pondría la ventaja momentánea (76´). Golazo del malagueño en un partido para enmarcar.

El Málaga movió ficha pero al no tener la necesidad imperiosa de los puntos le dio soltura, para lo bueno y para lo malo. Fruto de ello encajó el gol de Bautista (85´), pero también pudo marcar con Juankar o Sandro, que erraron ocasiones claras de gol.

El empate mantiene el idilio de imbatibilidad del Málaga CF en las últimas cinco jornadas y demuestra que este equipo, con los mimbres que sea, es y será competitivo. Que pase el siguiente.