Dortmund, Valencia... y ayer sábado, Barcelona, Camp Nou. Son lugares que el malaguismo tiene grabado a fuego por padecer actuaciones arbitrales infames. Que se podrían tildar de malintencionadas. La del 22-0, ya que tan de moda están las siglas por Cataluña en estos tiempos, entra de lleno en el top 3 de expolios históricos de los de negro al conjunto blanquiazul. Porque lo de ayer roza la indecencia, el sonrojo y la indignación para todo aficionado al fútbol, culé 0 no culé.

La jugada del 1-0, en el segundo minuto del encuentro, pone de manifiesto que el fútbol español está anticuado, estancado y apolillado, y que no quiere mirar hacia el futuro. Que el árbitro se equivoque es habitual, que su asistente no vea que el balón de Digne sale casi un metro por línea de fondo antes de ser centrado, puede pasar; pero ese gol nunca hubiera subido al marcador si los que mandan ya hubieran implantado el VAR en la supuesta mejor liga del mundo. Madrid y Barça, los grandes, siempre han sido favorecidos, es una ley no escrita. Y la tecnología el fútbol viene a amortiguar ese escarnio que se produce jornada sí y jornada también y de paso a ayudar en la labor arbitral.

Que el Málaga no pudiera ganar en el Camp Nou entraba dentro de la lógica. Líder indiscutible contra colista incontestable. Se planteaba un duelo tan dispar que incluso los malaguistas más optimistas se temían una dura goleada. Porque el Málaga está tan mal que nadie contemplaba que el Barça iba a decantar el partido con un hurto de dimensiones astronómicas y no por la calidad de Messi o la voracidad de Luis Suárez.

La realidad es esa. Al Málaga le tocó asimilar el «golpe», encarar el duelo ante el líder por debajo en el marcador sin merecerlo y sabiendo que, además del Barça, iba a tener un rival más en el asturiano González Fuertes. Y lo mejor es que el cuadro de Míchel lo hizo.

Con un esquema diametralmente distinto del que el madrileño tenía en mente antes de que se certificara la baja de Miguel Torres, el Málaga plantó cara e incomodó a un Barça resolutivo pero nada brillante. De la idea de jugar con cinco defensas Míchel pasó a un 4-4-2 con muchos futbolistas ofensivos. Adrián como pareja de Rolón en el doble pivote; Chory Castro, Keko, Rolan y Peñaranda de mediocampo para arriba. Con casi todo. Y creó problemas al Barça, en el que descansó Gerard Piqué. El Chory, cuya titularidad sorprendió, tuvo las dos ocasiones más claras del Málaga en la primera mitad, pero el charrúa no fue capaz de remachar, primero un cabezazo a un gran centro de Juankar por la izquierda; y después a otro de Rosales, por la derecha.

El Málaga incluso le disputó el balón al cuadro azulgrana y con Rolan aportando criterio y salida de balón el Barça apenas creó peligro. Pero en el Málaga, eso de «a perro flaco todos son pulgas» esta temporada se lleva a rajatabla.

Al filo del descanso, Rolan, su mejor jugador y gran referente en ataque, se llevó la mano atrás y pidió el cambio. A falta de pruebas médicas, el uruguayo estará varias semanas fuera de los terrenos de juego. Mal asunto.

Juanpi entró por el ariete malaguista y el equipo siguió firme y capaz de tutear al Barça. El Málaga mostró la seriedad del día del Wanda, ante otro grande y solo bajó las brazos cuando Iniesta marcó el segundo después de que su remate rebotara en Rosales para despistar a Andrés Prieto.

El partido murió y Valverde comenzó a dar descanso a los suyos. Keko pudo marcar el gol del honor para un Málaga que, al menos, no mereció irse del Camp Nou sin celebrar un tanto.

Fue entonces cuando comenzó el recital de Andrés Prieto. Los recien salidos Paulinho y Alcácer se emplearon con ahínco en busca del gol pero se estrellaron con el guardameta malaguista, muy serio en el que fue su debut en Primera División.

Buena imagen y partido serio del Málaga, empañado por la nefasta actuación arbitral, la falta de pegada y la lesión de Rolan. Los de Míchel siguen colistas, sin ganar y con un solo punto en su haber, pero las decisiones de González Fuertes sirven esta vez de coartada.