Odiosas son las comparaciones, pero infinidad de veces lo hacemos, y aún más con nuestros países vecinos. ¿Por qué? Siempre con el afán de querer superarnos entre nosotros, tratando de ser los mejores en todo. ¿Y qué necesidad tenemos? Ninguna. Guerra de egos.

Como orgullosa que me siento de mi país, jamás me cansaré de decir que «como España no hay nada». El problema es que a menudo, y aplicable a todos los aspectos de la vida, no valoramos algo hasta que lo perdemos, o en este caso, hasta que salimos fuera. Es entonces cuando echamos de menos lo nuestro.

No hay que irse muy lejos para darnos cuenta de lo que tenemos en casa: Mireia Belmonte, Carolina Marín, Ruth Beitia, Garbiñe Muguruza y otras tantas deportistas que dejan el pabellón del deporte español en lo más alto. Y sí, son mujeres. Una lista a la cual podría haber añadido muchísimas más. Como es el caso de las jugadoras de la selección española de fútbol que esta semana pasada iniciaron, ganando a Israel 0-6, la fase de clasificación para la Copa Mundial de la FIFA 2019 de Francia.

Ocho son las plazas de la zona UEFA para poder acceder, teniéndonos que enfrentar además de Israel, a Austria, Serbia y Finlandia. Para obtener el pase directo hay que quedar campeonas del grupo. En mi opinión, unos rivales asequibles viendo el nivel al que compiten nuestras chicas. Las expectativas son altas, nuestro lema siempre fue «sueña en grande», por lo tanto esta vez también lo hacemos con la posibilidad de hacer historia consiguiendo la clasificación para los Juegos Olímpicos.

Una selección con un objetivo en mente y con una convocatoria especial. La citación de Eunate Arraiza, jugadora del Athletic Club. Sufre una discapacidad auditiva y fue llamada por primer vez para defender el escudo de La Roja, demostrando que no hay barreras ni obstáculos suficientes que se antepongan ante las ganas por cumplir un sueño y el coraje de llevar una decisión hacia adelante; ser futbolista profesional. Querer es poder, y estoy segura de que esta es la primera llamada de muchas.