Hay muchas formas de morir. Pero el Málaga CF está empeñado en asestarse un golpe mortal en una de estas oscuras noches ligueras para que quede claro que es un suicidio, para que no haya duda de quién tiene la culpa de este horror de equipo, de planificación y hasta de puesta en escena. Ayer, en un partido donde muchos esperaban al Málaga CF, apareció el Betis. Cuando media Liga ya le había hecho hueco al conjunto blanquiazul para que se subiera al vagón de la pelea, los de Míchel se bajaron de golpe. Y lo hicieron sin oposición. Mostrando su peor versión y tras un guantazo soberbio de realidad. La derrota, además, certifica que este equipo dio anoche varios pasos atrás, que volvió a la casilla de salida y que se quedó con la misma cara de tonto que cuando perdió, allá por agosto-septiembre, contra Eibar, Girona o Las Palmas.

No se engañen, este Málaga está cogido con pinzas. Y éstas un día aprietan, como ante la Real Sociedad, y otros resbalan, como anoche ante el Betis. Y claro, cualquier patrón o cualquier análisis serio se desmonta de un partido para otro. Lo mismo parece un equipo serio y bien trabajado, que pega un petardazo y se desmonta a las primeras de cambio. No hay un guión, no hay regularidad y tampoco, capacidad de reacción. Y bajo esa premisa, para bien o para mal, debe caminar el conjunto blanquiazul este año. Porque si anoche perdió, es también capaz de ganar en Mendizorroza pasado mañana. Pero también debe ser consciente que así no va a ir a ninguna parte. No al menos hacia la salvación.

El partido fue un cúmulo de despropósitos. Y eso que las dinámicas de unos y otros venían apuntando a que el resultado sería bien diferente. Pero la calidad también se nota cuando las situaciones vienen mal dadas. Y tiene el Betis a un jugador que es oro puro como Joaquín. El exmalaguista comenzó a carburar, leyó el partido, vio los miedos del Málaga y jugueteó con el conjunto blanquiazul como si estuviera en el jardín de su casa. Asistió el primero a Sergio León, marcó el segundo -aunque no se lo dieron- y dio un clínic en la segunda mitad de lo que hay que hacer con viento a favor.

Claro que para entonces, el Málaga ya era un cadáver. Y por varias razones de peso. La primera, la inoperancia ofensiva. Tuvo el conjunto blanquiazul en el arranque varios remates relativamente claros para haberse puesto por delante. Salió motivado, con la línea de presión alta y con la idea de meter al Betis en su área. Y lo consiguió. Bastón, Baysse, Recio y Keko pudieron poner por delante al conjunto blanquiazul, pero la falta de acierto fue una condena.

El Betis, que aguantó el chaparrón inicial, metió la primera que tuvo. Fue Sergio León en un balón al espacio de Joaquín y con golpeo cruzado de primeras (24').

El primer zarpazo serio ya había caído, pero el Málaga debía y podía sobreponerse. Pero no tardó en llegar el segundo guantazo, a mano cambiada y con poco tiempo de distancia con el anterior. Adrián caía lesionado. Y el cambio fue pegarse un tiro en el pie. Míchel, que otras veces había estado lúcido desde el banquillo, ayer se estrelló con el cambio de Adrián por Rolan. Demasiado ofensivo, demasiado trastoque, demasiado toque a rebato. El Málaga perdió el centro del campo, el control del balón y la capacidad de reacción. Y el naufragio ya era evidente. Sólo quedaba certificarlo.

Hubo tiempo, antes del descanso, a que Joaquín marcara el segundo, pero el colegiado no se lo concedió (43'). En una falta lateral, el exblanquiazul lanzó directo y Roberto sacó el balón de dentro. El Málaga conseguía una vida extra y marcharse al descanso 0-1 era un mal menor. Había tiempo para darle la vuelta, tampoco sería la primera vez.

Pero el Málaga que saltó al césped en la reanudación salió ya vencido. Anárquico, superado por los miedos y sin las ideas claras, cometió los mismos fallos que en el segundo tramo de la primera mitad. Y el gol visitante, la casi sentencia, no tardó en llegar. Camarasa, en un remate de cabeza libre de marca, puso patas arriba Martiricos (50').

Seguía quedando tiempo, pero la sensación ya era la de seguir ampliando la cuenta goleadora verdiblanca más que la de recortar distancias. Míchel comenzó a mover el banquillo, metió a Ontiveros y a En-Nesyri. Pero no hubo respuesta. Mientras, en la grada, la afición comenzó a disparar hacia los jugadores y hacia Al-Thani.

No hubo ni reacción a la desesperada ni el arreón típico del muerto que busca el milagro. Nada. Inocuo. Estéril e inerte. El Málaga ya esperaba sentencia.

Lo único positivo es que en dos días vuelve a jugar el Málaga. Y como decíamos anteriormente, es capaz de lo mejor y de lo peor. No hay un patrón ni para lo bueno ni para lo malo. Pero el tren de la Liga sigue avanzando y el Málaga no puede dejar escapar más oportunidades. El jueves, en Vitoria, nueva final. Y el Málaga sigue a cuatro puntos de la permanencia.