Las desgracias nunca vienen solas. Que se lo digan al Málaga CF durante esta temporada, que está siendo para olvidar. Da igual que sea en el ocaso de los partidos, como sucedió en Las Palmas, o en los albores, como ayer ante el Atlético de Madrid. El caso es que los rivales siempre le acaban marcando de la manera más chorra del mundo y los blanquiazules nunca son capaces de reaccionar. Así, entre unas cosas y otras, el Málaga CF estaba diseñado desde verano para sufrir, pero desde hace dos meses está sentenciado a agonizar en su periplo que le queda en Primera División.

Si en el Estadio de Gran Canaria fue Halilovic en el 90´ con pata de palo; ayer fue Griezmann en el 1´ y de rebote. Una serie de catastróficas desdichas que no acabaron ahí en el duelo entre el segundo clasificado y el último. Además de verse incapaz de ni siquiera empatar la contienda ante un rival efectivo pero ramplón, en el minuto 83 vio cómo se quedaba con 10 por lesión de Mehdi Lacen. El franco-argelino, que debutaba con la blanquiazul tras el descanso, dio el susto en un salto fortuito con Fernando Torres, donde el malaguista se llevó la peor parte y tuvo que ser evacuado al hospital después de perder la conciencia sobre el césped.

Lo cierto es que, más allá del susto que dio el jugador, que parece estar bien y solo fue llevado al hospital por precaución, el Málaga se quedó helado y ya con uno menos sobre el campo no pudo tocar a zafarrancho para el último arreón final ante un Atleti que no sufrió en La Rosaleda pese a lo ajustado del marcador.

Porque el Málaga ayer prácticamente salió al campo perdiendo. A los 39 segundos Griezmann, tras un rebote dentro del área, batió a Roberto con maestría y ahí murió el partido. Porque si hay un escenario en el que el conjunto de Simeone se siente como un guarro en una charca es ahí, con el partido de cara y aplicando su rigor defensivo sin ninguna floritura arriba.

Además, una vez más la primera parte que planteó el Málaga CF fue para olvidar. Durante los 45 primeros minutos el equipo de José González no inquietó la portería de Oblak, que perfectamente pudo jugar con las manos atadas a la espalda ante la falta de remate del cuadro local.

La afición, ya resignada y cada vez con el descenso más asimilado, sabía de sobra que este partido el Málaga no lo iba a remontar. Ni por asomo. Porque la marea blanquiazul ya está curada de espanto esta temporada y sabe que este equipo no se crece ante las vicisitudes y cuando empieza palmando, acaba palmando.

Mejoría sin premio

Pero en la segunda mitad el equipo de José González tiró de orgullo para cuanto menos morir con orgullo. Lacen entró por Iturra, que arrastraba una problemática amarilla, y el equipo funcionó con mejores bríos.

En todo caso, el Atlético de Madrid se replegó, dio un paso atrás como suele hacer cuando el marcador le es favorable, y el Málaga se asomó algo más por el área de Oblak. Lo hizo sobre todo con centros desde los laterales sin mucho peligro, aunque el cuadro colchonero, feliz cada vez más agazapado y rascando en el centro del campo, no quería saber nada de la pelota.

Rosales lo intentó con un libre directo desde la frontal que sacó Oblak de la misma escuadra. Ideye y, sobre todo En-Nesyri, buscaron el gol con más corazón que cabeza. Rolan volvió a jugar después de dos meses y pese a su calidad, se le nota aún muy falto de ritmo y oxidado. Samu, que entró por Ricca, no pudo hacer nada ya que salió y sucedió el susto de Lacen. Ya con 10 el Málaga se vio incapaz de colgar balones y el Atlético tampoco quiso hacer daño a la contra.

El Málaga sigue a siete puntos del descenso, y habrá que ver si termina la jornada así o la brecha se amplía dependiendo de los rivales. Los números dicen que no se puede pensar en la permanencia, aunque las matemáticas digan lo contrario, pero lo peor es que el corazón tampoco acompaña y ni el más optimista de los malaguistas sueña con que este equipo pueda revertir una situación más que angustiosa.

Y es que, de momento el «efecto José» se ha quedado en simple gaseosa, suma dos puntos de 12 posibles en el cargo y salvo el partido de ayer, todos los rivales eran de «su liga». La permanencia es una utopía a la que los jugadores del Málaga se agarran por simple vergüenza torera.