¿Se acuerdan del partido de hace unas semanas contra el Atlético de Madrid? Pues cambien camisetas rojiblancas y solazo por casacas negras y una tarde de perros y tendrán exactamente lo mismo. Un gol tempranero del rival y otro enésimo ejercicio de quiero pero no puedo del Málaga CF, que cada jornada que pasa oposita con más fuerza para ser equipo de Segunda División. Porque el Málaga CF volvió a decepcionar, esta vez en su campo y ante el eterno rival, para perder un partido que nunca estuvo en disposición de ganar y que sirve para que el malaguismo se haga a la idea, ya de manera casi definitiva, que el descenso es algo más que un mal sueño.

Ya son muy pocos los malaguistas que mantienen algo de optimismo. El solitario gol de Correa y la incapacidad manifiesta de este equipo terminó por despertar de un guantazo a los últimos valientes que aún creían en la salvación.

La realidad del equipo no es otra que la que mostró una vez más sobre el césped. La idea de José González no funciona pese a tratar de no complicarse la vida y buscar goles por la vía rápida. Patadón para arriba y a verlas venir. En el Granada le funcionó y el entorno del equipo nazarí hizo el resto, pero aquí eso no sirve.

Además, si encima no se atina con las alineaciones y se tiene que rectificar a las primeras de cambio ya con 0-1 en el marcador, la cosa se complica. Porque ayer patinó el gaditano. Peleó el club por dejar sin efecto la sanción de En-Nesyri tras San Mamés, lo consiguió y, pese a que gana pocos recursos, el entrenador decidió dejarle en el banquillo. Optó por Success, que físicamente no está y no dio pie con bola. Pronto lo vio José y aunque se diga eso de «rectificar es de sabios», el Málaga no está para desperdiciar un cambio en el minuto 34.

Y es que, si hay poco en lo que agarrarse en este equipo es un temeridad prescindir del ímpetu y ganas del marroquí. Es cierto que el canterano es capaz de lo mejor y de lo peor, como demostró en San Mamés, pero con él sobre el campo pasan cosas... Que si una internada a trompicones por aquí, que si un remate por allá...

En el cambio hubo lío. Sustituir a un jugador a la media hora no debe ser plato de buen gusto, éste queda señalado y el ego del futbolista es más grande que todas esas cosas. Success se fue andando con su equipo perdiendo, y el público la tomó con él. Incluso, Luis Hernández le apremió con un empujón para que acelerara, pero este siguió a un ritmo cochinero.

Polémicas en el cambio a parte, la entrada de En-Nesyri sirvió para que al menos, el plan del patadón arriba, tuviera algo de sentido. El marroquí ganó alguna pelota en largo, se pegó con los centrales y aportó más que todos los delanteros del Málaga juntos.

El «efecto José», si es que algún día lo hubo, a día de hoy no existe. Cinco derrotas consecutivas y dos empates anteriores es el bagaje de un entrenador que no da con la tecla. Porque las sensaciones que da el equipo no son mucho mejores que las que daba, por ejemplo, el del Gato Romero el pasado curso. Y si todavía hay un halo de esperanza, por delgado y casi invisible que sea, es por el poco tino de los rivales directos, metidos en la misma dinámica perdedora que el Málaga. En todo caso, hoy el equipo se puede ir a dormir a 10 puntos de la permanencia si al Levante le da por ganar en Mendizorroza o a 9 si La Palmas hace la machada contra el Barcelona. Casi nada.

Pero a este equipo no le da para más y al igual que el duelo contra el Atlético, el Sevilla pudo sentenciar en varias contras.

Con la afición ya a otra cosa y sin confiar en que su equipo pudiera ni tan siquiera empatar, pagó los platos rotos con el exmalaguista Sandro. El canario, que fue héroe el curso pasado con la blanquiazul, pagó ayer su forma de abandonar el Málaga este verano, por la puerta de atrás y con una frialdad que hizo mella en la afición. Así se lo hicieron saber desde que salió a calentar, pero a él tampoco le importó.

Lo importante, más allá de traiciones y rencillas del pasado, es que el Málaga está más cerca de Segunda que nunca. Los puntos son vitales para evitarlo, pero mostrar alma también debería serlo. Ni una cosa ni la otra.