Cuando uno no espera nada, un poquito puede parecer mucho. Pero como se suele decir, que los árboles no impidan ver el bosque de este Málaga CF. Y que el trabajado punto cosechado en Balaídos, al que evidentemente hay que darle el escueto valor que tiene, no impida tampoco ver que el descenso es una realidad innegable. Porque el empate contra un Celta romo y apagado llega tarde. Es más, posiblemente la victoria, que estuvo a punto de conseguirla el conjunto de José González si Lestienne, en la prolongación, hubiera enviado a la red su disparo en vez de besar al palo, habría sido un grito de alegría efímero y con fecha de caducidad, porque el daño en este club ya está hecho desde hace tiempo.

Pero como decimos, poco es más que nada. Y el Málaga de ayer en tierras gallegas fue levemente mejor que semanas atrás. Ya sea porque las cosas sí salieron como se planearon en la caseta, por el arrojo de dignidad de algunos jugadores, por el lamentable partido del rival o por la dichosa fortuna, que esta vez estuvo de cara para enviar un par de ocasiones claras de los locales a las manos de Roberto o incluso al limbo. La cuestión es que sin brillo y sin florituras, el Málaga fue capaz de sumar. Y eso, para un moribundo, es algo. Aunque evidentemente llegue muy tarde. Demasiado.

Y el fútbol, que no deja de ser resultadista, en esta ocasión indultó al Málaga. Porque después de siete semanas seguidas -una detrás de otra- siendo un saco de boxeo y recibiendo sólo golpes, sumar un pequeño e irrisorio punto en la clasificación hace que no te vayas al menos con la cara partida. En cualquier caso, uno mira la distancia con la permanencia, que está a 13 puntos, y vuelve a querer con todas sus fuerzas que la temporada llegue a su fin. Eso es lo que hemos bautizado como «el bosque blanquiazul».

Aún así, del punto se pueden sacar algunas conclusiones, y no todas son positivas. La más evidente es que con el orden y la intensidad -al menos defensiva- mostrada en la primera mitad el Málaga estaría levemente mejor en la clasificación, aunque seguramente tampoco le daría para salir del descenso. La segunda, es la falta de calidad evidente que hay en el plantel, ya que posiblemente el conjunto blanquiazul no había disfrutado de tantas facilidades para la creación y la superioridad en campo rival desde hace tiempo. La presión, el nerviosismo o la falta de acierto impidieron que el Málaga marcase ayer. Llegó con cierta claridad a tres cuartos de campo en un buen puñado de ocasiones. Pero siempre las desperdició. Malos pases, malas elecciones, malos centros o malos disparos. Nada. Luz apagada cuando se acercaba al área celeste.

La tercera conclusión es que más allá del compromiso de los jugadores, su estado sigue siendo lamentable. Ya sea mental o físico. Las cabezas no están limpias y las piernas no están frescas. Fruto de ello son algunos fallos indignos a estas alturas. Controles, disparos e incluso carreras. En cualquier caso, como decíamos en la previa, lo único que se le pide ya al equipo es dignidad. Y ayer hubo cierta.

Tampoco José González acierta con sus disparos. Success, aunque ha mejorado, sigue sin ser competitivo. Recio, que dio criterio en el centro del campo, debió entrar antes. Y si en algún momento se le pasó por la cabeza ir a intentar ganar el partido, por eso de encontrarse desde hace jornadas en una situación ya desesperada, no lo pareció. No alteró su sistema de juego, cambió hombre por hombre y ni siquiera dio refresco a los delanteros, que no pararon de correr y llegaron medio muertos al ocaso, cuando había más espacios para correr a la contra.

Porque sorpresivamente, el Málaga salió al partido con las ideas más claras que el Celta. Dominó el juego, tuvo pausa, buscó un lado y otro. Y estuvo más en el área de Rubén que en la de Roberto. No amasó grandes ocasiones, pero dio la sensación de llevar cierto incordio al rival. Algo que el Celta ni siquiera hizo. Ni tosió a Roberto.

En la reanudación, el partido siguió por los mismos derroteros. Y el Málaga se sentía cómodo con el empate, dando la sensación de que tenía un as en la manga para en cualquier momento dar el zarpazo. Nada más lejos de la realidad porque con el paso de los minutos los locales crecieron. Y Aspas se enchufó en el partido. El internacional se topó con En-Nesyri en un córner, puso a prueba a Roberto con dos seguidas mediada la segunda parte, y falló una clarísima (81´) dentro del área pequeña que sólo las meigas pueden explicarlo. También Sergi Gómez envió un balón a la madera (70´) y Maxi remató al centro un cabezazo que no suele fallar. Ahí el Málaga sólo pudo achicar agua y rezar.

Pero en una contra Keko encontró a Lestienne y el belga envió a la madera el balón. No sabemos si hubiera sido justo ni merecido, pero a este equipo que no le hablen de goles injustos.

En definitiva, que el Málaga llegó hasta donde podía llegar. Porque posiblemente sigue sin darle para más. El punto, más que una pica para comenzar a sumar, puede haber sido una raya en el agua. Aunque para eso habrá que esperar a las próximas jornadas... pero con otra vida menos que gastar. Y ya sólo le quedan nueve.