«¿Y por qué no?», se preguntaban por lo ´bajini´ y entre risas algunos aficionados malaguistas cuando enfilaban la bocana de salida de La Rosaleda visiblemente contentos, al fin felices, aunque fuera hasta llegar a casa y mirar la clasificación en el móvil, el periódico o en el teletexto -sí, doy fe de que hay gente que aún lo utiliza-. Ése es el fiel reflejo de lo que es Málaga y su afición. Del tiovivo en el que vive un día sí y otro también el malaguismo. Porque un simple triunfo ante el Villarreal después de cuatro meses, un solitario gol de penalti del Chory para acabar con una sequía de más de 400 minutos, es capaz de turbar el aire en Martiricos, de alterar la temperatura o de erizar la piel del menos sensible. Esto es Málaga, para lo bueno y para lo malo.

Pero ayer, al fin, fue bueno. Porque ganar es sinónimo de bonanza, de alegría y de felicidad. Aunque sea efímera, aunque sea demasiado tarde y aunque se vaya a ir difuminando con el paso de los días ya que pensar en la salvación es algo más que un simple milagro. No. La respuesta al desmesurado optimismo del aficionado de a pie es «no». No va a ser posible remontar tan horrible temporada. Pero por lo menos, una alegría ´pal´ cuerpo que ya no la quita nadie. Y esperemos que de aquí al final haya varias más.

Y es que no hay mal que cien años dure, aunque para este Málaga la condena ha sido tan larga que le va a llevar a la tumba. Ha sido un invierno muy duro, largos meses de sequía, muchos partidos por el desierto que han provocado desazón y desesperación. E incluso han alimentado lo más cruel, que es perder cualquier atisbo de esperanza. Cada derrota en las últimas jornadas era como volver a sufrir un nuevo descenso. Una y otra vez. Pero el Málaga regresó ayer de entre los muertos para darle una alegría a su afición, para dársela él mismo y para al menos evitar que lo entierren antes de tiempo.

Tampoco es que haya «resucitado», porque un grano no hace granero. Pero la realidad es que el partido de ayer en Martiricos poco tuvo que ver con el pasado y posiblemente tampoco lo tendrá con el futuro. Hoy es día de celebración, de festejar un triunfo cuatro meses después y de saborear los tres puntos. Pero poco más. Y aunque vamos a intentar no hacer demasiada mención a lo largo de esta crónica a que el Málaga sigue siendo colista y que está a once puntos de la salvación, es inevitable no rescatarlo.

Pero ayer quedó de manifiesto que en el próximo mes y medio de competición habrá maneras y maneras de caer a Segunda. Posiblemente el Málaga CF no se salvará de la quema -es más que probable-. Pero si el conjunto blanquiazul muestra la misma entereza y entrega que la exhibida contra el Villarreal en la jornada de ayer, el golpe será menos doloroso, será una transición menos traumática. Las cosas, evidentemente, pueden salir o no. Y no vamos a ser hipócritas, claro que importa el resultado final. Pero con entrega, coraje y derroche, poco se le podrá achacar al equipo, al menos en este tramo final.

Todo ello cuando nadie esperaba ya nada de este Málaga. Pero ya fuera por fortuna, por estadística o por ayuda divina -seguro que el malogrado Nacho Pérez Frías echó una mano recién llegado al cielo-, el Málaga cambió su destino.

Pero si este equipo va en serio, si lo de ayer fue algo más que una simple raya en el agua, deberá refrendarlo el viernes en A Coruña, contra un rival directo y en un escenario que lo puede aupar anímicamente para lo que resta de campeonato. Insistimos, que once puntos de distancia a falta de 24 son muchos, demasiados como para pensar en milagros. Pero que nunca se sabe y si el Málaga juega como ayer ante un equipo con pedigrí europeo, habrá que ver si mantiene el nivel con el resto y tal...

Lejos de elucubraciones calenturientas, lo tangible y palpable es que el Málaga fue otro. Con más aplomo, más concienciado y con las ideas claras. También con la pizca de fortuna necesaria para ganar. Y todo ello ante un rival importante, que lucha por entrar en Europa y que tiene una pléyade de jugadores internacionales.

Al Málaga posiblemente se le cayeron en esta semana de parón los sambenitos, los fantasmas y los miedos. Consciente de que ya vive un imposible, quizás jugó más liberado, más suelto y con menos tensión en sus piernas. Por eso Rolan se pareció al de principio de temporada, Luis Hernández al del curso pasado, el Chory como si tuviera cinco años menos o Success... bueno, el nigeriano mejoró sus prestaciones a cuando llegó, algo que no era difícil.

La primera mitad dejó a un Málaga intenso en la presión y errático en la creación. Pero al menos le dio para achantar al equipo de Calleja, que no sabía ni donde estaba. Sólo Fornals parecía llevar peligro. Estaba en todas. E incluso en las disputas en la grada, donde dividió por momentos a la afición.

Ése era un síntoma que invitaba a pensar a que la tarde acabaría en tragedia, pero el juego del Málaga consiguió apaciguar al gentío. Lo unificó y lo focalizó en su juego, en busca de los tres puntos. E incluso se corearon «olés».

En-Nesyri, intenso y errático a partes iguales, fue un incordio. Pero en una jugada de buena combinación colectiva, con paciencia, Rolan sacó de la chistera un par de regates hasta que Asenjo le tumbó con un penalti. El Chory no falló antes del descanso. Gol, felicidad y subidón.

En la reanudación, el Málaga fue de más a menos. Siguió intenso, pero con el paso de los minutos se fue metiendo atrás, dejando su suerte a una contra del marroquí o del uruguayo. No llegó y sufrió más por su moribunda situación que por el empuje del rival. Pero llegó vivo a la orilla. Venció. Consiguió tres puntos. Veremos si es una declaración de intenciones.