El Málaga CF consumó en el Ciudad de Valencia su descenso al "infierno" de la Segunda División. Un sitio en el que les encanta estar a la Cultural Leonesa, el Almería, el Nástic o el Córdoba, pero que es muy poca cosa para un club que llevaba 10 años jugando y ganando a los mejores equipos de España y a muchos de Europa, en esa temporada en la Champions League que será siempre inolvidable para bien y también para mal, por el triste desenlace de aquella noche aciaga de Dortmund.

No por esperado, el descenso de los de Martiricos es hoy menos doloroso. Y eso que después de la pretemporada ya se atisbaban nubarrones, que tras la primera vuelta liguera era una amenaza más que seria y que después de perder en Las Palmas hace un montón de semanas fue ya una certeza absoluta pendiente solo de la certificación oficial, que llegó este jueves noche en el campo del Levante.

Llegados a este punto, la pregunta es evidente: Y ahora, ¿qué? Aunque visto el desgobierno de este club también habría que preguntarse: Y ahora, ¿quién? Porque igual de importante será a partir de hoy el qué hacer como el quién debe decidir qué hay que hacer y qué no hay que hacer. Hay mucho trabajo por delante y mi seria duda es saber si el que manda sabe lo que quiere y si el que sabe lo que quiere le van a dejar decidir y mandar.

Descender virtualmente en febrero-marzo y hacerlo oficialmente a 5 jornadas del final de la Liga debe ser una "ayuda" para preparar el futuro inmediato. El Málaga CF lleva muchas semanas trabajando con la mirada puesta en Segunda División, una categoría muy "perra", con la friolera de 42 jornadas y en la que hay que hacer muchas cosas bien para lograr el objetivo. Porque que nadie se engañe, subir de Segunda es casi tan difícil como bajar de Primera. El que crea que el año que viene esto va a ser un paseo militar para el Málaga CF que pregunte en Alicante, en Mallorca o en Santander, por poner tres ejemplos.

Hay que cambiar el chip. Buscar un entrenador que conozca la categoría y que sepa de qué va esto. Rodearlo de jugadores de raza, con experiencia en estas lides y mezclarlos con jóvenes de la cantera con hambre de convertirse en jugadores de Primera en el club de sus amores. Pero, sobre todo, lo que hay que hacer es convencer al jeque, a los de BlueBay o a quien corresponda para que el Málaga CF vuelva a ser un club y no un cortijillo dirigido a base de caprichos. Que unos manden y otros actúen sin estridencias tuiteras ni amenazas a las autoridades ni confrontaciones con los periodistas. O sea, un club de verdad. Del que se hable solo por cuestiones deportivas. En el que sean noticia los goles, los penaltis o las tarjetas. No lo otro.

De la afición no digo nada. El gran aval que tiene este Málaga CF es su gente. La que ni en los peores momentos le da la espalda a sus colores. Ellos están hoy muy tocados (no puedo decir jodidos porque esto lo leen los niños), pero en verano renovarán mayoritariamente sus abonos y estarán en agosto sentados en las gradas preparados para un añito en el infierno. Ojalá sea solo eso, un añito en el "infierno".