Consumado el descenso es hora de depurar responsabilidades, de buscarle nombre y a apellidos a los que no han sabido, no han podido o no han querido rescatar a este Málaga CF de las llamas de Segunda División. Hoy el conjunto blanquiazul ya es equipo de la categoría de plata, pero su destino estaba escrito desde hace mucho, desde el verano pasado e incluso puede que antes. Porque la herencia que ha venido arrastrando el conjunto blanquiazul ya incluso desde la temporada pasada era pesada. Una carga que exigía un cambio, un volantazo en el timón de la nave. Pero que nadie quiso ni supo dar.

Y para ponernos en situación, lo mejor es comenzar por el principio y volver al pasado, al final de temporada con Míchel al frente y maquillando una campaña decepcionante. El madrileño se ganó sobre el césped continuar al frente de la nave, pero la gestión durante los meses sin rodar el balón fue más propia de un enemigo que de un aliado. Sin inversión económica de la propiedad -algo ya esperado-, con guerras intestinas y con la presidencia a miles de kilómetros. El cóctel era explosivo y no podía deparar nada bueno.

En ese periodo, Francesc Arnau tomaba el mando de las decisiones y es, sin duda, uno de los principales señalados. Primero por no ser capaz de gestionar una plantilla que ya venía viciada. Los fichajes de Kuzmanovic -regresaba tras un año en el dique seco y para un teórico rol importantísimo-, Peñaranda -cesión de año y medio desde el pasado enero-, Bastón -con una ficha astronómica-, Rolan -aún teniendo ya firmado un precontrato con el Deportivo- o Cecchini -un pastizal por un desconocido como sustituto de Fornals- fueron una locura que comenzaba a tener consecuencias. Al Málaga se le marcharon de un plumazo Camacho, Sandro y Fornals, además de iconos como Duda o Weligton. Los recambios fueron impropios para un equipo con el décimo presupuesto de Primera.

También es culpable el exdirector deportivo por su inacción, por no ponerle los puntos en contra al presidente Al-Thani, que torpedeó operaciones y gestionó fichajes de manera paralela, como el de Rolón. Todo por la falta de confianza en el catalán. La crisis entre el presidente y la parcela deportiva tomó su punto álgido con la salida de Fornals -en julio- y con el desencuentro público con Míchel por el fichaje frustrado de Javi García, entre otros. Ahí el técnico debió echarse a un lado, porque ya no creía ni confiaba en el hipotético proyecto que tenía entre manos.

Con una pretemporada desastrosa -sólo una victoria, en el último minuto contra el Villarreal- en once partidos, el Málaga era carne de cañón en el inicio liguero. Fue un aviso que se certificó con las derrotas con el Eibar y con el Girona. No había casi comenzado la Liga y el Málaga ya estaba en zona de descenso. Y eso que el calendario inicial era lo más favorable. Pero tampoco se quiso poner remedio en los últimos días de mercado. Sin mediocentro defensivo de jerarquía y sin calidad para llevar el balón al área rival, la suerte estaba echada.

Llegaron las derrotas. Las Palmas, Atlético, Valencia y al fin un empate, in extremis, conta el Athletic. Pero Sevilla y Leganés confirmaron que sería un año dolorosamente complicado. Ni había calidad ni excesivo compromiso por la causa. El equipo, sin verse aplastado en ningún partido, era incapaz de ofrecer el nivel mínimo para superar a sus rivales.

Al-Thani decidió cambiar a Francesc Arnau por Mario Husillos en la dirección deportiva. Y el argentino le dio un margen de maniobra a Míchel que ya no merecía y que también lastró cualquier reacción. El madrileño hizo méritos para ser destituido semanas antes de lo que fue, tras Getafe al término de la primera vuelta.

Su sustituto, José González, fue otro tiro en el pie para el Málaga CF. El técnico gaditano, aunque trabajador, no ha podido recuperar una plantilla ya abocada al descenso y al fracaso. Y sus lecturas de partido también han dejado mucho que desear.

Entre medias, el mercado invernal. Husillos se movió rápido con los fichajes de Ignasi Miquel, Manuel Iturra y Alberto Bueno. Pero el resto, cinco jugadores más, empañó su balance final. Jugadores faltos de ritmo que no han conseguido adaptarse ni cambiar la cara triste de un Málaga abatido.

Los mensajes de Al-Thani vía Twitter, la entrevista concedida en La Opinión y sus desencuentros públicos con las administraciones, además de la incapacidad para gestionar el club desde la distancia sin nombrar un director general, han echado más gasolina al fuego de Segunda. Unas llamas que han terminado por quemar al malaguismo y al equipo.