Este Málaga CF no para. Cinco de cinco victorias para un inicio soñado en la Liga 123. El equipo de Juan Ramón López Muñiz, que funciona como una maquina perfectamente engrasada, consiguió ayer su repóker particular ante un Córdoba que además dio sumas facilidades a los blanquiazules. 3-0, goleada y a pensar en el enfrentamiento ante la UD Las Palmas del próximo domingo en el Estadio de Gran Canaria como líder indiscutible de la categoría.

Fue un partido cómodo para el Málaga, que pronto encarriló el duelo. Adrián abrió el marcador (15´), Hicham amplió distancias antes del descanso (39´) y Ricca, ya en la segunda parte (72´), certificó la goleada local para el delirio de la marea blanquiazul.

Además, ayer el Málaga incluso se gustó en ciertas fases del partido. El equipo volvió a mostrar esa solidez defensiva que tan arraigado tiene el estilo Muñiz, pero en el derbi andaluz, varios jugadores se saltaron el guión para desplegar «jogo bonito». Harper, Ontiveros, Hicham y Blanco Leschuk se soltaron la melena y demostraron que en este equipo no sólo hay rigor y que puede y sabe divertirse.

Eso sí, dos de los goles del Málaga, salvo el de Hicham, fueron a pelota parada. La pizarra de Muñiz, una de sus señas de identidad, volvió a brillar. Y es que, cada córner, cada falta en la frontal o incluso cada saque de banda se convierte en un suplicio para las defensas rivales.

Lo cierto es que los 13 puntos de diferencia que reflejan la clasificación de Segunda entre blanquiazules y blanquiverdes se hizo patente ayer sobre el defectuoso verde de La Rosaleda. Nadie duda que la Liga 123 es una de las competiciones más igualadas que existen, de las más competitivas, pero las distancias entre Málaga y Córdoba a día de hoy son abismales. Cada uno con sus circunstancias, con sus problemas institucionales y económicos de mayor o menor calado, pero el resultado y el dominio malaguista refleja que los de Muñiz tienen mimbres y motivos para luchar por el ascenso y los de Sandoval van a sufrir por mantener la categoría una temporada más.

El Málaga mandó con puño firme desde el principio. En la cabeza de los hombres que saltaron ayer no había ni rastro de dudas por la eliminación copera y se demostró que este equipo sólo tiene una cosa entre ceja y ceja: el ascenso. Por eso lucha y pelea cada balón. Fiel reflejo de ello fue la puesta en escena de Ontiveros, que además de calidad mostró un compromiso y trabajo que pocas veces se habían visto en el talentoso y díscolo marbellí.

El Málaga se adelantó muy pronto tras una gran jugada de estrategia. Saque de banda de Luis Hernández, pase de cabeza de Blanco Leschuk en el área y testarazo de Adrián. Golazo. El equipo hizo un amago de dormir el partido y conformarse con la mínima ventaja, pero vio que al Córdoba se le podía hacer sangre. Harper, correoso como el que más, se inventó un centro al área que tras remate de Leschuk, Hicham la mandó al fondo de la red-. El canterano vivió una auténtica montaña rusa de emociones -titularidad, gol y lesión- en un encuentro que no olvidará.

Pero en la segunda parte aún hubo tiempo para más. Con un Blanco Leschuk desatado y merecedor del gol, llegó el tercero. No fue el tanque argentino, sino el uruguayo Ricca, que empaló con la zurda otra jugada de estrategia.

Pudieron caer más goles, pero La Rosaleda ya tenía suficiente. El público, necesitado de estas alegrías, hizo la ola y cantó con fuerza «¡Málaga es de Primera!». A este ritmo, no hay duda que lo será.