Ni el peor enemigo del Málaga CF habría firmado un guión tan desquiciante para el conjunto blanquiazul en El Sadar, con tanta mala baba ni tan malintencionado. No existe una mente tan retorcida para condenar tan cruelmente al conjunto blanquiazul en menos de 20 minutos, pero incluso con unos ecos que se escucharán en las próximas jornadas. Lo de ayer tarde en Pamplona no fue un partido loco, fue una tortura con una sola víctima. Una adulteración en toda regla de la competición generada por el colegiado De la Fuente Ramos, que se cargó el partido y, por el camino, el triunfo que estaba gestando el Málaga CF. Un partido que entra de cabeza en la lista negra histórica del club y que habrá que ver en las próximas semanas las secuelas que deja, aunque de momento son tan grandes que se lleva por delante a cinco jugadores por sanción para el duelo en El Molinón.

Es inevitable hacer un análisis del choque sin entrar en la valoración arbitral. No hubo un baremo ecuánime para unos y otros. Mientras que Osasuna vio una amarilla y una roja, al Málaga le expulsaron a dos jugadores -uno por doble amarilla- y otros seis fueron amonestados. Cualquier infracción, cuestionable o no, era señalada con cartulina. Hubo ensañamiento con el Málaga CF. Y eso quedó de manifiesto en el último cuarto de hora del choque, cuando todo saltó por los aires.

Porque el conjunto de Muñiz, sin ofrecer su mejor versión, iba ganando en El Sadar. Lo hacía con el pico y la pala, con el traje de minero y bajando al barro para ensuciarse. Nada de florituras ni juego preciosista se llevo para competir en El Sadar. Y puede que incluso con mayor renta de la merecida gracias al tanto de Pau Torres al rematar una falta lateral colocada por Pacheco en el 21´.

Pero la realidad es que el líder mantenía su estatus con cierta solvencia, sin apuros, aunque concediendo demasiado al rival, sin llegar a dominar el juego y el tempo del partido. Es importante hacer este inciso porque moverse en el alambre puede provocar que te caigas por un simple golpe de viento o por el aleteo de una mariposa.

Aunque esta vez fue un cañonazo lo que derribó al equipo de Muñiz. Porque mediada la segunda mitad, pese a que Osasuna ya había comenzado a apretar, un salto de Blanco por un balón en el centro del campo con un rival fue señalado por el colegiado De la Fuente Ramos. No era ni falta, pero el castellano-leonés dudó por unos segundos, se envalentonó y le mostró la amarilla. Era ya la segunda. Y el argentino, que ni había merecido la primera -y ni mucho menos tampoco la segunda- se iba a la calle por dos acciones del tebeo (74´).

Los locales, con uno más, comenzaron a apretar. Y empataron en una jugada a balón parado seis minutos después (80´) por medio de Juan Villar. Osasuna había merecido dicho empate, pero en la celebración del gol se lió. N´Diaye, que fue a defender a un compañero que aguantaba el balón, se enzarzó con un jugador rojillo. Algo debió de decirle o hacerle porque el malaguista se puso como un basilisco, aunque el africano no llegó a las manos porque fue frenado. El árbitro volvió a crecerse y a ganar protagonismo. Decidió expulsar al malaguista y a Xisco Jiménez, que pasaba por ahí (80´).

Con nueve -tras dos expulsiones- y completamente desquiciado tras los acontecimientos, parecía un milagro mantener el empate para el Málaga CF. Pero estos no suele existir y tres minutos después, Roberto Torres lanzó la falta de su vida a la mismísima escuadra de Munir. Un golpeo imparable que ponía el 2-1 en el marcador (83´).

En menos de diez minutos el partido del Málaga se había ido al garete, tras la injusta expulsión de Blanco Leschuk. Y ya, sin jugadores y sin convicción, el partido agonizó con más tarjetas para el conjunto blanquiazul y menos opciones para empatar. Aunque pese a todo, tuvo la última en sus botas Héctor, a la salida de un córner que remató en una maraña de jugadores rivales y que no llegó a entrar.

El Málaga CF sigue sin ganar lejos de casa -algo que un líder no se puede permitir-, pero esta vez no fue sólo culpa suya y más bien no le dejaron. En cualquier caso, no debe el club asumir el papel de víctima y sí luchar por el indulto de varios jugadores de cara al Molinón. Otra cicatriz de infausto recuerdo.