No puede haber medias tintas en el análisis del año en un Málaga CF que ha perdido la categoría y que cerró el pasado mes de mayo una década en la elite de forma abrupta y decepcionante. Los 12 meses en clave blanquiazul dejan un poso de desilusión, pero también un halo de esperanza en el malaguismo después de que el inicio en el «infierno de Segunda» haya sido lo suficientemente fuerte como para pensar en que el 2019 será reparador.

Tres entrenadores, dos directores deportivos y más de 50 futbolistas después, el Málaga CF ha sufrido una catarsis para encontrar de nuevo sus raíces. Los números globales en clave malaguista quedan maquillados por el increíble arranque en Segunda División, que le ha servido para estar tercero clasificado a tiro de una victoria para ser líder de la Liga 123. Pero el tramo desde el pasado enero hasta el verano en Primera fue un auténtico calvario lleno de derrotas, decisiones erróneas y decepciones.

Comenzó el año con el Málaga ya viciado tras un arranque de curso 2017/18 condenatorio. Míchel se comió el turrón, pero fue acabar la primera vuelta y su historia también llegó a su fin en Martiricos. La solución no pudo ser peor. José González no tomó una decisión acertada para salvar la nave blanquiazul y el barco, efectivamente, acabó hundiéndose en el pozo de la clasificación.

Fue una segunda parte de la temporada dolorosa, con el Málaga dejado a su suerte y con sólo a la espera de certificar su destino. No fue sólo la llegada del técnico gaditano el paso equivocado, también el mercado invernal, donde la dirección deportiva, entonces con Mario Husillos al mando, fichó a ocho jugadores y dio salida a siete. Una revolución a la desesperada -el Málaga ya era colista entonces- que no tuvo el efecto positivo deseado. Al contrario. Encontró hastío y desarraigo por parte de cierto sector de la grada con el paso de las jornadas y tras no llegar los resultados. Solo Ignasi Miquel cumplió con las expectativas e incluso dejó un buen pellizco en verano con su traspaso.

Dos victorias, tres empates y 16 derrotas fue el castigo que tuvo soportar el malaguismo camino de Segunda en el primer tramo del año. El Málaga CF certificó su descenso el 19 de abril, tras caer en el Ciudad de Valencia de Levante en el último suspiro. Un final que debía suponer también un inicio, pero que no fue tal.

Desde ese mediados de abril hasta finales de junio, cuando el Málaga cambió de director deportivo y confirmó el fichaje de Muñiz como entrenador para volver a Primera, transcurrió un mundo. Más de dos largos meses donde nada fue cierto y todo fue posible.

La salida de Husillos por discrepancias con Al-Thani por el fichaje de Lucas Alcaraz como entrenador, la llegada Caminero y la apuesta segura por Muñiz fueron el relevo institucional esperado. Quedaba formar una plantilla para Segunda, con todos los condicionantes económicos que suponía esa revolución.

Salieron Recio, En-Nesyri o Miquel, además de todos los cedidos que evidentemente no siguieron. Llegaron jugadores como Pacheco, N'Diaye o Blanco Leschuk con la responsabilidad de ser determinantes, de marcar diferencias en Segunda División.

Y así ha sido. Hasta la fecha, el camino en Segunda División es el mejor paño de lágrimas malaguista para amortiguar el golpe del descenso. Porque ahora el Málaga parece haber recuperado, en parte, su esencia. Muñiz ha confeccionado un equipo ganador, que sabe a lo que juega y que consigue resultados.

Comenzó el periplo en la Liga 123 con cinco victorias consecutivas. Y tras superar varios baches, el Málaga CF despide 2018 tercero clasificado con serias aspiraciones de ascenso, con once victorias, tres empates y cinco derrotas. Pero con la sensación de que 2019 debe ser el año en el que todo vuelva a su sitio.