Las lecciones llegan cuando menos te lo esperas. Y el Málaga CF recibió anoche una de ésas que tardará mucho tiempo en olvidar. Porque contra un equipo desahuciado y dejado a su suerte como el Reus encadenó la derrota más sonrojante del curso. Un resultado doloroso que señala al conjunto blanquiazul pero que ensalza al equipo catalán. Ése es el fútbol, no el que vino embarrando toda la previa desde hace semanas. Y aunque pocos en Málaga subestimaron públicamente al Reus -casi todos en su foro interno lo pensaban-, la realidad es que unos vinieron a competir y otros a pasearse. Y claro, pasó lo que tenía que pasar. Porque cuando el balón rueda no entiende de impagos, de huelgas, de comunicados ni de historias. Entiende de amor propio, de coraje, lucha, entrega y, por supuesto, de calidad.

Estamos de acuerdo en que libra por libra, el Málaga es mejor que el Reus. Cualquier jugador de conjunto catalán se cambiaría con los ojos cerrados por uno de los blanquiazules. Pero anoche no lo fue. Los rojinegros fueron unos titanes, cuajaron el partido perfecto y sacaron a la luz todas las vergüenzas blanquiazules. Ésas que poco a poco han aparecido a lo largo de la temporada, pero que anoche asomaron todas de golpe para dejar un resultado histórico a la par de inesperado.

La falta de puntería, la nula creación de juego ofensivo, los despistes en la zaga e incluso la dudosa capacidad de algunos jugadores para formar parte de este equipo son los males endémicos que impidieron al Málaga asaltar anoche el liderato.

Y eso que la jornada era propicia, porque los rivales directos habían pinchado todos. Pero el fútbol tiene estas cosas, que cuando muchos pensaban que olía a goleada blanquiazul en Martiricos, el batacazo fue de época.

No debe de olvidar el malaguismo que los de Muñiz siguen siendo grandes aspirantes al ascenso -desde luego, con la actitud y con la puesta en escena de ayer, no lo son-. Que son cuartos clasificados, que anoche pudieron acostarse colíderes y que tienen el mayor arsenal para intentar volver a Primera. Por eso esto es un tropiezo, pero ni mucho menos el fin de la lucha por ascender.

Porque si lamentable fue la puesta en escena blanquiazul, no le fueron a la zaga los vítores y los olés al encajar el último gol malaguista. Y posiblemente esa fue una de las claves del partido, que toda la situación que rodeó al encuentro superó más al Málaga CF que al propio Reus, que venía sin nada que perder deportivamente hablando.

LaLiga 123: Los goles del Málaga - Reus (0-3)

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No es fácil jugar con presión. Nunca lo fue. Ni para el Málaga CF ni para ningún club del mundo. Y sin que suene a escusa, ayer el conjunto de Muñiz era el gran favorito y estaba obligado a ganar -algunos pensaban que incluso por goleada-. No supo jugar esa presión que se convirtió en ansiedad. Jugar sin nada que perder es gloria. Es como el paraíso de los futbolistas, que siempre compiten por un puesto en el once, un mejor contrato o ganar partidos.

El Reus vino liberado. Y expuso su mejor fútbol. Se encerró como un equipo italiano y salió a la contra como si fuera brasileño. Le salió todo de cara. Incluso los balones rocambolescos cayeron de su lado. Hasta el penalti de Diego también le benefició, ya que era fuera.

Y claro, el partido en sí fue un esperpento. De principio a fin. Se encontró el Reus con un gol a los 11 minutos gracias a un despiste de la zaga malaguista. Borjita remató de cabeza solo. Y a partir de ahí todo fue un lastre para el equipo de Muñiz. Corrió con las piernas revolucionadas, la cabeza lejos del campo y la presión del favorito que va perdiendo contra un «don nadie». Se palpaba esa ansiedad. Y no la supo canalizar.

El Reus se encerró tras el gol y el Málaga, ante su evidente falta de juego entre líneas, se atascó. Intentó buscar el empate a arreones, con juego directo. Y en una de esas N'Diaye lo rozó (27'). Pero poco recuento para tanto dominio de balón y de territorio.

En la reanudación Muñiz metió a Renato e hizo debutar a Hugo por los desaparecidos Pacheco y Juanpi. Y pese a que la salida fue esperanzadora, una contra aislada en el 62' provocó el penalti y el 0-2. Ya no hubo más partido y sí tiempo para un tercero, que vino acompañado de la mofa de buena parte de la afición malaguista. Los mismos que si hay ascenso saldrán por las calles a celebrarlo.

Difícil explicar que a tu equipo le estén pintando la cara y que tu reacción sea reírte de él. Un partido para olvidar, pero también una lección para aprender.