El camino más recto no siempre es el más rápido ni el más corto tampoco suele ser es el más fácil. El Málaga CF ha comenzado a dar un rodeo. Ha virado hacia un lado y hacia otro en busca de una mejora, de una metamorfosis que le lleve a ser más fiable, más dominador o más «bonito» de ver, esa milonga que nos solemos inventar aficionados o la propia prensa cuando ganas una y otra vez pero no alcanzas el nirvana futbolero. Pero la realidad, los números, indican que este equipo está dando vueltas como una peonza, que no consigue moverse del sitio tras tres empates consecutivos. Que se ha estancado y no muestra esa superioridad que debería tener. Anoche el equipo de Muñiz quiso agarrar la victoria, pero fue como intentar coger un puñado de agua, que se escapa entre las manos para desesperación malaguista. Primero y fundamental por el arbitraje, que anuló dos goles blanquiazules que habrían sido justas recompensas a tenor del juego de unos y otros. Y segundo por la falta de fuelle o de ideas, que hicieron acto de presencia una vez más en los minutos finales a partes iguales. Sea como fuere, el resultado gafas frena al Málaga en un momento en el que tiene que volar en la clasificación porque los rivales empiezan a tomar posiciones.

Al Málaga de anoche hay poco y algo que achacar. Nadie puede negar que este equipo se vacía, que se deja el aliento y que pelea por los puntos. No hay desidia. El compromiso es máximo, no cabe duda. Pero más discutible es la forma en la que emplea sus recursos. El 4-1-4-1 que Muñiz ha dispuesto en los dos últimos partidos en casa, con la llegada de Morán al equipo y directamente al once, funciona para controlar el partido, para maniatar al rival y para minimizar daños. Pero parece más inofensivo que un emblanco. Y pese a los dos goles anulados ante la UD Las Palmas, pese a que el rival vino a no perder -llamativo cómo se han caído del cartel de aspirantes los canarios-, y pese a que el Málaga CF parecía llevar una o dos marchas más, el equipo blanquiazul no arrolló en ocasiones ni en oportunidades a su rival. Ése es el punto achacable al Málaga, que de sobra debe saber ya que los tres puntos en La Rosaleda son innegociables.

Hay que tener muy claro que a estas alturas no es suficiente con merecer los puntos y las victorias. Eso no suma. Y aunque anoche lo mereció, más en la primera parte que en la segunda, de nada sirve pensar en lo que pudo o debió ser y no fue.

También sirvió de poco que el bonito cartel que tenía el partido para cerrar la jornada de Segunda se cayera pronto. Ni la UD Las Palmas estuvo a la altura ni tampoco el arbitraje. Llegados a este punto, hay que detenerse para hacer un repaso mental de todos los lamentos que se han producido en el fútbol patrio en las últimas horas merced al ya famoso VAR. Visto lo visto, parece una broma de mal gusto que no haya el videoarbitraje en Segunda, donde se supone que sus equipos pertenecen al mismo organismo, la misma federación y pagan el mismo peaje que el resto de equipos del fútbol profesional.

Porque así, como el que no quiere la cosa, ayer al Málaga le tangaron dos goles. El primero, clarísimo. Una buena triangulación con Alejo -destacable su primer partido de blanquiazul- con el pase de la muerte fue señalizado como fuera de juego. Keidi cerró la jugada en gol (5') pero el linier lo echó por tierra.

Fue un inicio esperanzador. Pero como decíamos, el rival vino a no perder, a intentar no encajar y a mirar más su propia portería que la de Munir. El Málaga dominó la primera mitad, pero sin ocasiones. Sólo en un par de arreones, llegando al final del primer asalto, encerró a los amarillos. En una de ellas, un córner que remata Adrián, acaba dentro, pero es anulado por entender el linier que había salido el balón tras el lanzamiento de Keidi. El mosqueo era máximo al descanso.

En la reanudación, más de lo mismo, pero con menos frescura. Hasta que el Málaga se vio con diez. Un salto de Keidi, un brazo a pasear que impacta en Cala y la segunda. Uno menos en el 59'. Quedaba un mundo. Pero Las Palmas, pese a tomar el control del partido -lógicamente-, no fue a por los tres puntos. Se gustó en su toque inocuo de balón en el centro del campo. Como si supiera que tendría alguna ocasión y que la acabaría metiendo. Pero ese extremo no llegó y sí la expulsión de Deivid, por entrada dura a Alejo (72'). De nuevo fuerzas igualadas.

Sin embargo, el Málaga ya tenía la pedrada dada. Y aunque era todo corazón, el físico ya no le daba para robar y atacar. Los canarios decidieron defender con el control del balón. Y pese a la entrada de Seleznov, Harper y Renato, a los de Muñiz se les apagó la luz. Se cierran dos partidos en casa con sendos empates. Pasitos insuficientes.