Era el partido de la jornada, nadie quería perdérselo. La Rosaleda, engalanada y comprometida como en las mejores tardes; un rival de postín y al que se le tenía ganas por estos lares. Todas las luces, los focos del fútbol de plata apuntaban hacia Martiricos. Recibimiento, bufandeo, papelada... En definitiva, una de las mejores entradas de la temporada. ¿Para qué? Para ver un combate nulo, un empate sin goles entre dos equipos que prefirieron no perder lo que no supieron ganar durante los 90 minutos que duró el partido.

Porque Málaga CF, pero sin esa pizca de agallas de uno y otro para ir a pecho descubierto a por los tres puntos. Si el mundo es para los valientes, mucha suerte no van a tener ni Juan Ramón López Muñiz ni Natxo González, técnicos de dos equipos aspirantes a todo y que no fueron a por el partido a tumba abierta. Se puede decir que el empate es justo y deja al Málaga cuarto, a un punto del billete directo a Primera División y a dos del liderato.

Sigue ahí el equipo, arriba, donde se le presupone. No es un empate que vaya a acarrear depresión de caballo, pero quizá sí se ha perdido otra buena oportunidad de asestar un puñetazo firme al mentón de un rival directo y posicionarse, a tres meses del final de la competición, líder de la clasificación y amo del «cortijo».

Pero todo eso acabó en paja al sumar el Málaga el tercer empate consecutivo en casa de la temporada. Pudo ganar y pudo perder, por lo que la ley de la compensación dice que el empate es bueno. Por momentos, y a base de arreones, dominó el partido; pero en otros vio cómo el Dépor le arrinconaba. Primero Blanco Leschuk, absolutamente negado de cara al gol y ayer muy gris en otras facetas del juego, malogró la ocasión más clara del partido nada más comenzar la segunda mitad.

Fueron los mejores minutos del Málaga en el partido. Salió de vestuarios encendido y con ganas de rock and roll. Metió al rival, a base de presión y empuje, en su área y rondó el gol. Pero Blanco Leschuk, tras una recuperación de Keidi Bare y solo, completamente solo ante Dani Giménez, colapsó y envió el balón al muñeco. Nadie podía creer lo que había fallado el 'Tiburón', que ha mutado en 'pez manta' en los últimos partidos.

El Dépor consiguió aplacar el ímpetu del Málaga y el partido volvió a esa igualdad que tan nervioso ponía al respetable. Los cambios no le sentaron bien al Málaga y el cuadro gallego dio un paso adelante y en busca del partido. Fue entonces cuando volvió a surgir la figura salvadora de Munir. El guardameta, en un mano a mano franco con Borja Valle, metió la manopla salvadora cuando La Rosaleda ya lamentaba el gol en contra.

Con el miedo aún metido en el cuerpo, Harper entró al terreno de juego y con él la hinchada blanquiazul volvió a rugir para sacar al Málaga de su letargo. Adelantó filas y más por vergüenza torera que por otra cosa, se fue a por la portería contraria. La tuvo el «guiri» de Fuengirola en un trallazo escorado que obligó a Giménez a volar. Faltaban aún cinco minutos para el final, pero ahí murió el partido y ambos equipos firmaron el armisticio.

También hubo tiempo para la polémica en el duelo, ya que el Málaga reclamó, al borde del descanso, un posible penalti por mano de David Simón a tiro de Pacheco. No lo vio el árbitro y tampoco quiso entrar en polémica Muñiz al término del partido.

En definitiva, un partido vibrante por lo apretado del marcador, pero decepcionante por la propuesta del Málaga una vez más como local. Ahora, recargar pilas y preparar con mimo el duelo del sábado contra el Córdoba en el Arcángel, un rival propicio para volver a la senda del triunfo.