El Málaga CF sumó un punto contra el Deportivo de la Coruña el domingo en Martiricos después de empatar sin goles en un duelo parejo y timorato de ambos (0-0). Un empate que dejó satisfechos a ambos, al menos de puertas hacia dentro, pero que dejó un regusto amargo en parte del malaguismo, que esperaba mucho más de su equipo, en una jornada en la que se volcó con el conjunto de Muñiz e hizo todo lo que estaba en su mano para ayudar.

Y es que, la sensación que dejó el partido -en el que pudo ganar cualquiera- fue que el Málaga perdió una oportunidad valiosísima para pegar un golpe encima de la mesa y en la clasificación. De haber ganado, los de Muñiz se hubieran encaramado en lo más alto de la tabla y hubiese dejado al Dépor, rival directo por el ascenso, a cuatro puntos más el golaverage particular. No pudo ser y el cuadro blanquiazul baja al cuarto puesto, se queda a un punto del ascenso directo y a dos del nuevo líder, el Osasuna (próximo rival del Málaga como local).

La cuestión del golaverage puede ser capital al final del curso. El Málaga dejó escapar la posibilidad de llevarse el golaverage particular entre ambos, tras sendos empates en Riazor en la primera vuelta (1-1) y ahora en Martiricos (0-0). Así, en caso de empate a puntos a final de temporada entre malagueños y gallegos, decidirá el golaverage general, un extremo en el que el Málaga no sale bien parado y a día de hoy lo perdería. Y es que, la falta de gol del cuadro de Muñiz lastra al equipo en este punto, con un balance positivo de +10, muy lejos del Dépor, que suma un balance de goles conseguidos y encajados de +18.

Muñiz, en rueda de prensa, se mostró contento por el trabajo realizado por sus hombres y por ende por el punto conseguido. Quiso mostrarse positivo pese a los tres empates consecutivos en Martiricos y agradeció a la afición la entrega y su puesta en escena. No fue para menos, ya que la hinchada blanquiazul llevó en volandas al equipo desde dos horas antes del duelo, con un recibimiento espectacular y similar a otros de etapas más esplendidas por estos lares.

Casi 22.500 almas acudieron ayer a La Rosaleda. La afición respondió al llamamiento del club. El socio, que había dejado de acudir al estadio en los últimos partidos (la media de asistencia desde que arrancó el 2019 no superaba los 15.000), regresó para alentar cuando más lo necesitaba su equipo, pero la puesta en escena del Málaga no fue la mejor para enganchar definitivamente al aficionado.

Al equipo de Muñiz no se le puede discutir la garra, la entrega, el trabajo o el sacrificio, pero su fútbol no atrae. No es vistoso, no engancha y sus planteamientos poco valientes como local desesperan a la grada. Una situación que, unido a otros factores como los horarios y la falta de atractivo de los rivales, han hecho que poco a poco La Rosaleda se haya ido vaciando. Es cierto que hay un grueso de la marea blanquiazul que nunca se ha ido, pero también es una realidad que hay una parte que ha mirado para otro lado.

El domingo no se le pudo poner ni un "pero" a la entrega del malaguismo, vital para que el Málaga sumara un punto. Y es que, en los minutos finales, cuando peor estaba el Málaga y el Dépor rondaba el gol, ejerció como jugador número 12 y consiguió que el equipo sacara fuerzas de donde no las había para evitar la derrota.

El empate del Málaga no supone una tragedia, ni mucho menos. Sigue arriba, de donde cabe recordar que no ha caído en 27 partidos. Ahora viaja a Córdoba para jugar el derbi con el cuadro blanquiverde, un rival propicio para sumar los tres puntos, y posteriormente recibe al actual líder, el Osasuna, en Martiricos. Otra buena ocasión para poner las cosas en su sitio y certificar que el Málaga es el principal favorito para subir a Primera División. La afición necesita un estimulo de este tipo para creer y subirse al carro del ascenso definitivamente. Contra el Dépor el equipo perdió una ocasión inmejorable, ahora habrá que ver si en Córdoba y después contra Osasuna el equipo expone más y convence al personal.