El gol del empate de Alfred N'Diaye en la última jugada del partido no puede esconder el sonrojo y el bochorno con el que se volvió ayer el Málaga CF de su visita al Nuevo Arcángel de Córdoba. El tanto del africano no edulcoró los 160 kilómetros de carretera de vuelta, que ya estaban salpicados por un partido muy alejado de lo que un aspirante al ascenso debe practicar. No, éste no es el camino. Me atrevería incluso a decir que ni aunque los resultados lo respalden, el Málaga puede dar una imagen tan pobre y rácana como la mostrada en las últimas jornadas, no sólo ayer. No puede dejarse puntos en el camino por su inoperancia. Y no debe mostrar esa nulidad ofensiva ante el equipo más goleado de la categoría. En definitiva, no debe ni puede ser el Málaga la mutación que ha dado en las últimas jornadas. Y o cambia o va a ir quemando las vidas que tiene en su lucha por ascender a Primera.

En ese juego al azar al que parece jugar el Málaga CF las últimas semanas, en esta ocasión la moneda salió cruz. Y gracias que Ontiveros se echó el equipo a la espalda, tiró de calidad y quiso levantar el gol de De las Cuevas media hora antes, porque si no, ahora el malaguismo estaría lamentando una derrota casi tan dolorosa como el empate. Y es que donde el Málaga tenía que dar un golpe encima de la mesa, se deja los puntos. Y lo peor de todo: las sensaciones.

Es casi tan inexplicable que Ontiveros haya estado tres jornadas en la grada como el planteamiento inicial del Muñiz. Este Málaga CF tiene más cortafuegos de seguridad en su esquema que la CIA en Langley. Y eso, ante el Dépor, puede ser de equipo precavido, pero ante el Córdoba es vivir de espaldas a la realidad. No puede el Málaga salir con el mismo planteamiento con unos u otros. No sirve. Y no supo aprovechar el conjunto blanquiazul que los blanquiverdes eran un mar de dudas y un océano de penas antes de saltar al césped.

Y no sirve porque una sola uña de Ontiveros tiene más calidad que el 90 por ciento de jugadores de la categoría. Por eso hay victorias que son innegociables, y la de ayer lo tenía que ser. Pero tras 90 minutos, el Málaga no mereció ganar. Posiblemente tampoco perder, y por eso -con cierta fortuna- no lo hizo. Pero de salida, Muñiz planteó un partido feo, rácano y alejado de un bloque que quiere ganar. Mantuvo el 4-1-4-1, que ya ha quedado de manifiesto que sirve para defender, pero no para atacar. Y colocó a Harper en banda, dejando solo a Blanco en el ataque. Sí, el mismo que lleva desde octubre sin ver puerta, y al que ya no acompaña nadie en el ataque.

Pero el destino, como si le lanzara un guiño caprichoso a Muñiz, le condecía otra oportunidad para enmendar su error inicial a los 9 minutos. Adrián, indiscutible en este equipo, se lesionaba. Molestias en la espalda le impedían continuar. El cambio fue una involución más del asturiano, que decidió meter a Morán -otro mediocentro defensivo- en vez de reforzar el ataque, donde cojea este equipo.

El resultado fue claro. El Málaga no llevó peligro en ningún momento al área del Córdoba. Los blanquiverdes, sin embargo, reclamaron un penalti sobre Carrillo que aparentemente fue. Al descanso, de nuevo bostezos y resultado gafas.

Muñiz entendió en la caseta que la entrada de Morán había sido un error. Y no por el vasco, que cumple sin fuegos artificiales pero sí con oficio, sino por la puesta general del equipo.

Entonces entró Ontiveros, que acabó con su condena. Pero le costó encontrar su tono. Y es que el marbellí no ha nacido para ser funcionario, sino para ser solista en un grupo de jazz que toca en los bajos fondos. De él brota el fútbol a borbotones. A veces con estridencia y a veces con una melodía perfecta.

LaLiga 123: los goles del Córdoba - Málaga (1-1)

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Y no fue hasta que De las Cuevas marcó, en un error de la zaga (62') hasta que el Málaga rompió su monotonía para cambiar su ritmo, para acelerar su paso. Eso precisamente no habla especialmente bien del equipo, que esperó a que le golpeasen para meter una marcha más.

En cualquier caso, el Córdoba para entonces ya estaba crecido. La pareja Quintanilla-Luis Muñoz parecía infranqueable. Pero las ocasiones tenían que llegar. Primero una de Blanco, que le sacaron en línea de gol pese a que le hicieron penalti -no señalado-. Luego una de N'Diaye y Seleznov. Y antes del gol salvador del africano, un eslalon de Ontiveros, que canalizó casi todo el juego ofensivo.

El empate deja un sabor de boca amargo. Demasiado. Todo eso pese a que en la grada casi dos mil malaguistas lo dieron todo en ese apoyo incondicional. Próxima parada, el líder. Veremos.