Ha llegado un punto de no retorno para el Málaga CF , en el que ha dejado de tener mayor trascendencia el cómo para dejar paso a la imperiosa necesidad del duro resultadismo. Si cruzas esa delgada línea a estas alturas es porque necesitas ganar como sea, porque añoras bocanadas de puntos para seguir corriendo hacia la meta. Y vencer después de cuatro partidos sin hacerlo es el maná, un balón de oxígeno más que necesario para un equipo que ayer a las 16.00 horas era gris y que hoy puede que no lo sea tanto. Efectivamente el Málaga CF volvió a vencer ayer y de nuevo lo hizo tras una puesta en escena que deja muchas dudas, demasiado discutible. Pero ganó. Y ésa es la única y la gran diferencia con las cuatro jornadas anteriores, que esta vez los tres puntos edulcoran cualquier sensación amarga.

El romanticismo futbolero ha muerto. Y si el Málaga CF necesitaba ganar como sea en Tarragona, lo hizo. Hasta ahí todo parece bastante plausible en la ecuación blanquiazul. Porque el Málaga CF se había dejado un buen puñado de puntos por el camino en las últimas semanas. Se estaba bajando del vagón de aspirantes y tras la derrota de Osasuna y los empates del Dépor y Granada, el triunfo se antojaba innegociable. Eso hay que celebrarlo, porque las dinámicas vienen como vienen. Y el Málaga estaba enfrascado en una sumamente negativa, donde no ganaba y tampoco creía que podría hacerlo. Es incluso posible, por soñar que no quede, que el triunfo con el Nástic sirva de punto de inflexión. Aunque para eso habrá que esperar algunos días y jornadas más.

Sin embargo, los «peros» y los matices al conseguir los tres puntos ya son más discutibles. Volvió a dar la sensación de que el Málaga CF ganó posiblemente porque se alinearon los astro. Y porque el Nástic, evidentemente, es tan inofensivo como la clasificación lo acredita -antepenúltimo-. Los de Muñiz expusieron argumentos suficientes como para pensar que no querían o no podían ganar. No se alejó el encuentro demasiado de los derroteros que se vieron en Soria ante el Numancia o en Córdoba, donde hubo naufragio. Pero esta vez, la fortuna se alió con un Málaga CF que jugó a no perder. Un disparo de Pacheco que se coló de rebote fue el «pequeño detalle», la chispa en el cosmos malaguista en Tarragona. El malagueño, que también llevaba un mes en el dique seco, marcó su primer gol con la mayor de las suertes. Esos también valen, aunque de momento sirvan para frenar tendencias.

El Málaga CF, hasta el 73' cuando marcó Pacheco, jugó para no perder. A partir de entonces, jugó para ganar. Esto no quiere decir que fuera más ofensivo o al contrario, sino que supo administrar su ventaja y jugar con el cronómetro en una mano, algo que también deben hacer los equipos ganadores. Apretó los dientes, achicó agua y ya no hubo más partido. No hubo ocasiones -al menos reseñables- ni tampoco más lamentos. Suficiente con mantener la concentración ante un rival limitado.

La victoria, sin embargo, no esconde la discutida puesta en escena blanquiazul, que quedó a merced de un golpe de fortuna para llevarse los tres puntos. No dio el conjunto malaguista la sensación de dominar del choque, de agobiar a su rival ni siquiera de ser superior, tal y como la clasificación lo atesora. No fue el Málaga que el malaguismo esperaba, pese a que de salida arrancó con un equipo de marcado acento ofensivo con Ontiveros, Alejo, Adrián, Harper, Blanco y OntiverosCifu.

Se vio a un bloque compacto, aguerrido y con pocas concesiones al rival, pero también alejado de la meta de Bernabé. Sólo Blanco Leschuk, que envió un balón al travesaño en el 55', llevó peligro antes del gol. Pacheco, tras su tanto, también tuvo otra para ampliar la renta. Pero el bagaje ofensivo con tanto arsenal fue escaso. Y es que da la sensación que este mismo partido ante un rival mejor habría tenido un signo diferente.

En cualquier caso, ganar siempre suma y harán mucho bien al Málaga CF estos puntos. Próxima parada, el viernes en La Rosaleda.