El Málaga CF decidió borrarse del cartel de aspirantes a Primera por la vía directa al más puro estilo Scorsese, con violencia a los pies de la Alhambra, en un día gris con lluvia, frío y granizo, y de manera estrepitosa. El suicidio colectivo en la plaza del pueblo, con casi tres mil almas blanquiazules lamentando desde la grada la falta de ambición, de frescura y de calidad de su equipo fue un epílogo dramático, pero ni mucho menos inesperado. Y no, no fue un accidente, fue la consumación de una dinámica horrible arrastrada desde hace tiempo y de unos síntomas preocupantes que reflejan que el Málaga CF no es hoy ni de lejos el cuarto mejor equipo de la categoría, tal y como dice la clasificación. De hecho, esta derrota ante el Granada, un rival directo que se escapa en la segunda plaza a seis puntos más el average, certifica que habrá que pelear duro por seguir en play off. Un camino largo y tortuoso que visto lo visto este equipo no está preparado para afrontarlo.

La caída en el Nuevo Los Cármenes es inapelable, no tiene paños calientes ni brotes verdes a los que agarrarse. Todo lo malo que podía pasar, sucedió. Un gol nada más comenzar de Puertas a los cinco minutos, una mala puesta en escena inicial sin capacidad de reacción y una expulsión nada más arrancar la segunda mitad de N'Diaye, después de hacer una minirevolución en busca de algo nuevo, fueron las claves. La derrota es el reflejo de cómo está el equipo, que le pesan las botas, no tiene gol y también flaquea en la zaga. El Málaga CF ha llegado al tramo final del curso sin gasolina y lo puede pagar muy caro. De hecho, ya lo está pagando porque suma una victoria de los últimos siete partidos; dos de los últimos once. Así es imposible aspirar a nada.

Poco que añadir en cuanto a números, pero casi menos argumentos futbolísticos tiene este Málaga. Si alguien pensaba un extra motivacional por los casi tres mil aficionados malaguistas en la grada, la respuesta es nada de nada. El conjunto blanquiazul fue plano. Y un equipo previsible que basa todo su juego en el poderío defensivo se queda sin argumentos cuando en el primer disparo, a los cinco minutos de juego, encaja un gol. Cualquier planteamiento basado en cerrar tu portería salta por los aires. Tardó el Málaga CF 40 minutos más en darse cuenta de que su esquema mental ya no valía para nada.

LaLiga 123: Los goles del Granada - Málaga (1-0)

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Y cuando Muñiz quiso remediarlo, entre N'Diaye y el colegiado Trujillo Suárez se encargaron de darle una patada y echarle tierra encima al doble cambio de Mula y Seleznov con una expulsión rigurosa a la par de ingenua por parte del africano.

Más allá de planteamientos, el Málaga fue inferior al Granada. Y eso tiene difícil defensa malaguista. Lo fue quizás más de lo que el marcador reflejó. Porque Puertas fue imparable; Montoro, San Emeterio y Fede Vico fueron dueños del centro del campo; y nadie tosió a la zaga rojiblanca y ni mucho menos a Rui Silva. Los nazaríes dominaron el partido, tenían frescura, movilidad y buen posicionamiento. Ganaban casi todas las segundas jugadas y ponían el mismo nivel de entrega que los de blanco y azul.

La primera mitad, tras el gol, fue intensa con seis amarillas y con la amenaza de que alguno de los dos equipos -incluso puede que ambos- no acabase con todos sus valientes en pie.

Muñiz movió el equipo en el vestuario. Metió a Mula y Seleznov y planteó un escenario más ofensivo. Pero la expulsión de N'Diaye lo mandó todo al traste a los dos minutos de la reanudación. Con diez, con el marcador en contra, con el eterno hándicap goleador del equipo y ante la mejor zaga del campeonato nadie daba un duro por este Málaga.

Y aunque sirviera de poco, el Málaga CF mejoró levemente porque no le quedo más remedio y porque el Granada se vio vencedor. Incluso parecía escoger el equipo nazarí la forma en la que darle el toque de gracia al Málaga CF. Si marcar de combinación, de remate certero o de jugada individual.

Los blanquiazules se defendían más con corazón que con orden. Y Muñiz metió a Cifu, volteó de nuevo el sistema y le dio algo de empaque al equipo. Entonces emergió de nuevo, como últimamente, Ontiveros. El malagueño fue todo corazón. Y comenzó a arañar poco a poco a la zaga rival. Amasó fútbol, jugadas y sacrificio. Una lección para más de uno.

Llegó con vida al tramo final el Málaga y dio sus mejores minutos del partido, curiosamente tieso y con uno menos. Gozó de varias ocasiones como un par de cabezazos o uno claro de Ricca. Pero ninguno obró el milagro. Ninguno enmascaró que hoy en día el Málaga CF es inferior al Granada. Era un día para no fallar y se falló. Era una final y se perdió. Ahora sólo queda asumir las consecuencias.