Permanecer una temporada más en Segunda División ha significado un varapalo para el Málaga CF, sus jugadores, el staff técnico y trabajadores de la entidad a todos los niveles. Por supuesto, también ha sido muy duro para la afición. Los malaguistas que abarrotaron La Rosaleda el sábado de la semana pasada creían a ciegas en la remontada que acercase una ronda más al equipo a su objetivo. No pudo ser, dolió y alguna que otra lágrima se escapó en Martiricos, pero ahora es tiempo de reponerse y de rehacer el proyecto con el mismo rumbo: la máxima categoría del fútbol español.

Pocas veces se cumple la mítica frase futbolera de estar solo «un añito en el infierno» de la Segunda, sobre todo desde la temporada 2010/2011 en la que se impuso el formato de play off entre el tercer y sexto clasificado. Los últimos años han sido ejemplo de ello: en la 2017/2018 ascendió el Valladolid habiendo terminado el año en quinto lugar, Osasuna en la 15/16 siendo sexto o Las Palmas en la temporada 14/15 con su cuarta posición al final de fase regular. Incluso esta campaña, la plaza en Primera se la están jugando el Deportivo (6º) y el Mallorca (5º).

A la dificultad de descender y ascender solo un año después hay que sumar los inconveniente económicos que supone permanecer en la categoría de plata: menos ingresos por derechos televisivos, patrocinadores, publicidad, atención mediática y, sobre todo, la reducción de las fichas. Y tampoco hay que obviar la problemática en la que está sumergida la entidad con respecto a la doble propiedad entre Al-Thani y BlueBay.

Pero con los reajustes económicos y de despachos que se tengan que realizar, el Málaga seguirá estando la próxima campaña entre los candidatos a una plaza en la categoría reina del fútbol español. Son varios los ejemplos que hacen pensar que las segundas partes, o en este caso, las segundas temporadas sí que pueden ser buenas: Osasuna ha ascendido recientemente tras su segundo año en Segunda, mismo tiempo que necesitó el Atlético de Madrid al descender en el año 2000.

De hecho, en clave malaguista, la última vez que el conjunto de Martiricos alcanzó Primera División fue dos años después de haber descendido. En la retina de los malaguistas aún se recuerda con pesar la campaña que finalizó en verano de 2006. El club terminó último, sumó solo 24 puntos e incluso Manolo Hierro, por aquel entonces director deportivo, se tuvo que hacer cargo del equipo también como entrenador a mitad de la competición.

La temporada siguiente, ya en Segunda, hizo que se tambaleasen los cimientos de la entidad: los blanquiazules acabaron en 15º lugar, evitando el descenso a Segunda B en la penúltima jornada de la liga. Como consecuencia, aquel verano destacó por los rumores de venta del club, aunque finalmente siguió en manos de los Sanz.

Pese al vendaval, el Málaga arrancó la temporada siguiente en racha, con buenos refuerzos y ganando la mayoría de los partidos que disputaba. El ascenso parecía en el bolsillo, pero el conjunto bajó su rendimiento, su calidad de juego y tuvo que esperar hasta la última jornada para lograr la ansiada vuelta a la élite. La Rosaleda fue una fiesta aquel 15 de junio de 2008. No importó el tanto en el descuento del Tenerife, el doblete de Antonio Hidalgo devolvió al Málaga al Primera.

Es posible que este verano la entidad costasoleña viva una gran revolución y que actuales baluartes del vestuario cambien de camiseta. Pero siempre se encuentran motivos para creer y espejos en los que reflejarse. En la fidelidad de la afición de La Rosaleda empieza el camino.