MMe hubiera gustado verlo jugar, pero nací tarde y no lo pude disfrutar en el mejor Málaga de la historia. Como entrenador, era un hombre que vivía por y para el fútbol. Cuando su equipo ganaba era el tipo más feliz del mundo, cuando perdía no se le podía hablar.

Entre tantas imágenes, recuerdo un Málaga 3-0 Betis. Tuve el placer de ver el encuentro en el banquillo junto al hijo de Migueli, sintiéndome un jugador más. Supersticioso, cuando dirigía técnicamente a Huracán de Buenos Aires, ganó un partido sobre la hora, en un día de frío y lluvia, con una bufanda roja al cuello. Al domingo siguiente, con un calor para morirse, estaba en el banquillo con la misma bufanda.

Nunca se dejo «manosear» por los dirigentes. Una vez, en Argentina, un directivo le preguntó de mala manera por qué no ponía a tal futbolista. Imagínense la contestación...

Lo respeto como hombre, padre, amigo. Con él viví momentos inolvidables. Estuve con él en las buenas y en las malas, admirándolo sobre todo como persona.

* Artículo de opinión del hijo de Sebastián Viberti publicado en La Opinión el 4 de diciembre de 2002