­Marbella llegó a tener importantes extensiones de terreno dedicadas a la caña azucarera, primero, y a la uva moscatel, siglos más tarde, mucho antes de convertirse en la meca mundial del turismo. Allá por 1644, se construyó el Trapiche del Prado, un antiguo ingenio azucarero que forma parte del Patrimonio Histórico Andaluz.

Hasta mediados del siglo XVIII, el término marbellí llegó a disponer de unas 125 hectáreas -250 fanegas- de plantaciones de caña de azúcar. Luego llegaría la competencia de la materia prima americana y dicho cultivo quedaría reducido a la comarca de la Axarquía o el entorno de Alhaurín de la Torre, en cuanto a la provincia malagueña.

Sin embargo, el Trapiche del Prado volvería a brillar durante las primeras décadas del siglo XX, reconvertido en bodega de la mano de Fernando Álvarez Acosta, que transformaba la uva moscatel del entorno de la ciudad costasoleña en unos caldos excepcionales que llevaron el nombre a Marbella incluso fuera de las fronteras andaluzas.

Mateo Álvarez heredó las instalaciones antes de la Guerra Civil. La calidad de la uva moscatel era extraordinaria y parecía que nada torpedearía tan importante industria de carácter artesanal. Sin embargo, llegaron los malos tiempos.

La contienda bélica y otras muchas amenazas complicaron el futuro de los vinos en la Costa del Sol occidental y terminaron por despertar de su sueño a los herederos directos de Álvarez Acosta.

Con el paso de los años, Mateo Álvarez empezó a idear otro destino para el legado de sus ancestros: la cesión como bien público de la parcela de más de una hectárea donde se erigía el antiguo Trapiche del Prado.

Antes de morir puso dos condiciones ante notario en la cesión de la parcela a la ciudad de Marbella: que se respetarse la fachada del inmueble y que se construyera una residencia de mayores. El Consistorio, en 1991, dio forma a lo acordado. La Junta de Andalucía, años más tarde, en 2007, incluso puso en marcha el procedimiento para construir el centro asistencial. Pero la crisis se llevó por delante el propósito de Mateo Álvarez.

Ahora, en 2016, la historia puede devolverle a la familia Álvarez la oportunidad de cumplir el sueño más preciado de su antepasado, a pesar de que el edificio está muy castigado por el paso de los años. Especialmente delicados han sido los últimos 12 meses, según cuentan los responsables de la Plataforma en Defensa y Mantenimiento del Trapiche del Prado, constituida por ciudadanos comprometidos con el patrimonio de Marbella.

El año pasado numerosos ciudadanos alertaron del enorme deterioro que ha sufrido la estructura principal del edificio principal. El pasado 23 de abril, tras una movilización de protesta, a la que se sumaron cientos de firmantes del escrito de apoyo al mencionado colectivo, el Ayuntamiento propició un encuentro al que asistiría la profesora Lucía Prieto. Esta docente ya había sido protagonista de la historia más reciente del ingenio azucarero, debido a que en 2008 recibió el encargo, por parte del propio Consistorio, de desarrollar un estudio pormenorizado de los orígenes del edificio.

El pasado 4 de mayo: el alcalde de Marbella, José Bernal, y la edil de Cultura, Gema Midón, se comprometieron ante una representación de la Plataforma en Defensa y Mantenimiento del Trapiche -encabezada por Lucía Prieto- a completar este año un estudio sobre el diagnóstico de este preciado bien patrimonial y dar con las claves que determinen su inmediata rehabilitación.

El Ayuntamiento se ha comprometido a realizar un diagnóstico del estado del inmueble, que servirá de base para el proyecto de rehabilitación, que deberá estar listo antes de final de año y adjudicado a una empresa para que las obras puedan comenzar en enero de 2017.

La inversión necesaria saldrá del remanente positivo del ejercicio de 2015

Además, la asociación cultural Mar y Tierra, que preside Alfonso Cortés, ha elaborado una propuesta consensuada con la familia y con los técnicos de Urbanismo del Ayuntamiento de Marbella amparándose en la vuelta al Plan General de Ordenación Urbana de 1986, que constituye una oportunidad histórica para segregar la parcela donada por Mateo Álvarez con el fin de construir una residencia pública de mayores -una infraestructura de la que carece Marbella- en una parte de los terrenos, y de recuperar al mismo tiempo, el Trapiche del Prado, un monumento del siglo XVII que forma parte del esplendor del pasado de la ciudad y que puede convertirse en símbolo de su futuro.