El pregonero de la Semana Santa, Manuel Lavigne, invitó ayer a vecinos y turistas a dedicar la Semana de Pasión a «tomar conciencia del mensaje de Jesús y a recordar el motivo de su sacrificio y del sufrimiento de su Madre».

«Propongo soltar la mochila del mal, la envidia, la avaricia, la ira y la soberbia, ser diligentes y honestos y mirar al otro como a un hermano y amarlo como a vosotros mismos», señaló durante el pronunciamiento de su pregón, en la iglesia de La Encarnación, con citas al filósofo alemán Friedrich Nietzsche.

Acompañado por el piano de la profesora del Conservatorio de Marbella Dolores Benito y del violinista malagueño Quique Navarro, Lavigne ofreció un pregón con continuos guiños a emplazamientos de Marbella y en el que narró, como en un cuento, cómo pasa la Semana Santa un viajero «de vestido simple, barba, pelo largo y sandalias», pescador de profesión, que visita el municipio.

El lunes santo acude a la plaza del Santo Cristo, en el barrio de Leganitos, y visita el Barrio Alto y el Casco Antiguo. En el bar Los Cazadores «a la espalda de la ermita», pide un vaso de agua horas antes de ver procesionar, tras el Cristo atado La Columna, a su Madre vestida de blanco amor, destacó Lavigne, emocionado por momentos.

Al día siguiente, el viajero come en casa de Marta, en alusión al Martes Santo de Santa Marta. En casa de la anfitriona, el invitado entra en una habitación en la que Lázaro duerme y con el que, transcurridos unos minutos, abandona la estancia.

El miércoles toca ver al Nazareno de morado que lleva en la espalda la cruz de los cristianos y ante el que el invitado siente el Mayor Dolor.

El jueves, ante el Cristo del Amor, el viajero visita la plaza de Los Naranjos, donde no hay Caridad sin Calvario y donde una garganta canta que le quiten los clavos y le traigan una escalera. «Sentir del pueblo de Marbella, que todas las primaveras llora por no subir a la Cruz», agregó Lavigne en alusión a La saeta de Antonio Machado, que inmortalizara Joan Manuel Serrat, arrancando los aplausos del público.

El viernes, la luna está seria y no tiene alivio porque Jesús está Yacente. Junto a Su Madre, La Soledad, -Hermandad a la que pertenece Lavigne- «lloramos contigo nuestras penas. Ella, vestida de negro, un puñal en el corazón de plata y cinco lágrimas en la cara, espera al Yacente, escoltado por el son del novio de la muerte» de la Legión.

Y el domingo, La Victoria, con flores en las manos acude a la iglesia a ver La Resurrección. Alguien, señaló Lavigne, le toca la espalda, pero al girarse no ve a nadie. «Queréis ver cuerpos y almas. La Resurrección es Misericordia y Paz», agregó el pregonero. «Y cuando nos damos la Paz, Jesús nos abraza con pelo largo, barba y sandalias», finalizó Lavigne.