María ha crecido en un hogar donde siempre se ha prestado ayuda a quien más lo ha necesitado. Su familia y sus vecinos son un ejemplo de comunidad, al menos así lo describe ella con una sonrisa. De estos años recuerda «ese sentimiento de hermandad», que se respiraba en su pueblo, Navahermosa. Este ejemplo de solidaridad ha hecho de María Torres Pradas, un alma solidaria.

En sus veranos, su hermana y ella iban a campamentos donde convivían con niños en riesgo de exclusión social o bien recibían con los brazos abiertos a los niños de acogida del proyecto internacional Vacaciones por la Paz. «En mi casa cada verano venía un niño o más saharauis y mis padres nos enseñaban a convivir con gente que no tenía nada y a valorar todo lo que teníamos», recuerda.

Estudió psicología y aprovechó la oportunidad de viajar a México gracias a la Beca Iberoamérica de la Universidad en su último año de carrera. Lo que prometía ser seis meses, acabó alargándose a los cinco, de los que resalta los valores que aprendió y la multitud de proyectos que se llevaban a cabo. En esta etapa, trabajó en un centro penitenciario y participó en dos proyectos gubernamentales: Escuela Segura y Escuela Saludable con niños que han vivido experiencias desagradables a lo largo de su corta vida y en barrios conflictivos.

Tomando el ejemplo con el que ha convivido, está dedicando su vida a ayudar al prójimo a través de su trabajo en Cruz Roja Marbella desde 2014. Desde que comenzara, ha participado en varios proyectos con niños y personas mayores. Actualmente, es monitora en una unidad de Acercamiento Social, que recorre el municipio detectando casos de personas que se encuentren en la calle y le ofrecen orientación sobre gestiones «como tramitar una pensión o la tarjeta del autobús» o bien les informan de los centros donde pueden acudir para alimentarse.

En 2018, el Centro de Inclusión Social de Marbella atendió a 222 personas sin hogar. A nivel nacional, Cáritas registró más de 31.000 españoles que no tenían una vivienda, a los que se suman más de ocho millones que viven en condiciones ilegales o en espacios inseguros.

De forma paralela colabora como voluntaria en el proyecto Promoción del Éxito Escolar, donde imparte clases de apoyo dos días a la semana a niños procedentes de núcleos familiares en peligro de exclusión social. «Les ayudamos con los deberes y les proporcionamos la merienda». Otro de los proyectos en los que ha participado estaba relacionado con el acompañamiento a mayores.

De su experiencia como voluntaria y de su trabajo, concluye que actualmente no hay mucha solidaridad: «No hay mucho tiempo para pararse a mirar a la persona que tenemos a nuestro lado. La vida se pasa muy rápida y a ciegas», comenta María.

Resalta que no solo se puede ayudar económicamente, sino con un poco de tiempo. «Muchas veces no necesitan un bocadillo o una manta, sino un ratito de conversación, que le preguntes cómo está. Es esa necesidad de afecto lo que muchos reclaman». En definitiva, solo hace falta «tiempo y ganas».

En España y concretamente en Marbella, echa en falta «esa curiosidad». «Estoy segura que mucha gente desconoce los proyectos de Cruz Roja, las asociaciones que hay en la ciudad». Una de sus metas es hacer algún voluntariado a nivel internacional relacionado con los menores «me encantaría».

A sus 33 años y con una trayectoria solidaria indiscutible a sus espaldas, todavía no se siente realizada, «estoy en el camino de estarlo», aunque duda si alguna vez quiere serlo, porque en su interior, siente que no desea «tocar techo», al contrario, quiere «colaborando en proyectos y abriendo caminos en otros temas». Estas experiencias para María son especiales, «me dan como energía. Me aportan satisfacción personal y mucha alegría», explica.