Paul Wouter decidió morir en Marbella cuando vio que a su identidad no le quedaba recorrido. Una de las grandes revelaciones del narcotráfico transoceánico de los últimos años, se encontraba en libertad bajo fianza cuando supo que la Fiscalía Antidroga de Pontevedra pedía para él 13 años y medio de prisión por liderar junto al histórico Santos Viñas el alijo de 1.700 kilos de cocaína que la Policía Nacional interceptó en 2018 en el remolcador Titán III cuando este navegaba hacia Galicia. La puntilla la puso una filtración. Su verdadero nombre estaba sobre la mesa de las autoridades, una bomba que coincidió con su repentina ausencia en el juzgado al que siempre acudía periódica y puntualmente para firmar su libertad condicional hasta la celebración del juicio.

Apenas pasaron unos días y, en agosto, su abogado entregó a la justicia un certificado oficial de defunción que acreditaba que Wouter había fallecido por coronavirus en Marbella y documentación sobre su incineración en la misma localidad en la que fue detenido por cargamento del Titán III. Los muertos no van a juicio. Los papeles eran tan legales que provocaron que su causa se archivara, pero la colaboración policial internacional resucitó el caso y demostró que las huellas de Wouter, que durante años ha circulado por Europa con un pasaporte legal de Surinam que le daba la condición de holandés, coincidían plenamente con las de Sérgio Roberto de Carvalho, un señor de la droga brasileño de 62 años que seguía vivo bajo una tercera identidad.

La dimensión del Mayor Carvalho, como lo conocen en su país desde que lo expulsaran en 2008 de la Policía Militar del estado de Mato Grosso del Sur por su relación con el narcotráfico y el blanqueo a gran escala durante años, hizo necesario crear un equipo de trabajo en el que participaron policías de ocho países coordinados por Europol. Sérgio, Paul o como quiera que se llame ahora ha demostrado una extraordinaria movilidad. Tenía residencias habituales en capitales tan dispares como Lisboa, Dubái o Kiev, pero su lugar preferido para disfrutar siempre fue la Costa del Sol. Su único arresto fuera de Brasil se produjo durante una de sus vacaciones en Villa Blanca, una exclusiva vivienda de la Urbanización Capanes del Golf, en Benahavís. Los agentes encontraron fajos de billetes que hasta hacían de hormas en los zapatos del capo.

Con todo preparado para atraparlo de nuevo y hundir su imperio, la operación Basalto estalló el pasado 23 de noviembre con un balance espectacular y un regusto agridulce. El trabajo ha permitido desmantelar una organización a la que le atribuyen la capacidad de introducir una media de 45 toneladas de coca al año por los principales puertos europeos, incluidos Algeciras, Valencia y Barcelona. Las autoridades brasileñas aseguran que a lo largo de la investigación se ha intervenido esa cantidad de droga en puertos de Brasil, Europa y África. En nuestro país, la tapadera de Carvalho eran empresas que importaban contenedores de frutas, aunque el entramado de sociedades también contaba con negocios de excavadoras y barcos de marisco. El operativo suma ya cerca de 50 detenidos en Brasil, Portugal, Holanda, Bélgica, Colombia, Dubái y España, donde un sicario vinculado a la organización ha sido localizado en Motril y un español se sumó el martes en Marbella al balance de arrestos por su supuesta condición de testaferro. Las pesquisas, lideradas en nuestro país por la Sección de la UDEF de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, han estimado a la organización unos beneficios de 100 millones de euros en los últimos seis meses. Las 167 viviendas intervenidas, tres de ellas en la Costa del Sol, sugieren su preferencia por la inversión inmobiliaria para blanquear el dinero. «Los beneficios se mueven, esconden y diversifican a través de una compleja red de contables y mulas de confianza en diferentes países europeos», explican.

El principal objetivo, sin embargo, ha vuelto a esfumarse. Tres días antes de la operación, Carvalho se subió a avión en Lisboa con una nueva identidad y dejó un último rastro en Rusia tras hacer escala en varios países europeos. «En una de las casas registradas en Portugal tenía 12 millones de euros en efectivo. A saber qué tiene por ahí», espeta una fuente cercana a la investigación antes de reconocer que tener tanto dinero facilita mucho acceder a identidades falsas con documentación legal y desaparecer durante mucho, mucho tiempo. En cualquier caso, el Mayor Carvalho ya es uno de los narcos más buscados del mundo.