Crónicas de Marbella

Memorias de Semana Santa marbellense

La concesión de la casa hermandad de la Virgen de la Soledad fue polémica pero compagina lo público y privado

La Virgen de la Soledad de Marbella.

La Virgen de la Soledad de Marbella. / L. O.

Francisco Moyano

Francisco Moyano

Avanzando en la tercera década del siglo XXI, constatamos que cada año (al igual que sucede en la mayoría de los pueblos y ciudades) la colaboración entre el Ayuntamiento de Marbella y la Agrupación de Cofradías se hace realidad cuando llega la Semana Santa.

En ocasiones, en otros momentos del año, la corporación concede demandas de las diferentes hermandades, como ha ocurrido recientemente con la inauguración de la casa de hermandad (que también será un museo) de la Virgen de la Soledad, la cofradía más antigua de Marbella. En su momento esta concesión resultó polémica por tratarse de una parte del Centro Cultural Cortijo de Miraflores o del Mayorazgo. Revisando la historia, se testimonia que la vinculación del recinto con la hermandad y la familia Lavigne Roldán (impulsora de la cofradía) es una constante. Sin duda se debe compaginar racionalmente el uso público con el privado.

Son frecuentes los edificios que pertenecieron al Ayuntamiento de Marbella (aunque tuviesen origen religioso) cedidos a hermandades, de forma que se rehabilitaron y se han salvado de la ruina en buena parte por la presencias de las cofradías. Estos casos son la capilla de San Juan de Dios con La Pollinica, la ermita de Santiago y el Cristo del Amor, la iglesia del Santo Cristo de la Vera Cruz con La Columna y la ermita del Calvario con la Virgen del Calvario y Cristo de la Exaltación. Pero esa sintonía entre consistorio y la expresión cofrade se remonta a siglos atrás. Trataré dos casos como ejemplos de esa trayectoria, ambos fechados en el siglo XIX.

Nos remontamos al mes de marzo de 1845, cuando presidía el Ayuntamiento de Marbella don Francisco de Asís Roldán. Se dirigen los ediles al jefe superior político de la provincia exponiéndoles las demandas presentadas por las cofradías y solicitándole autorización para la decisión adoptada. Decía el alcalde que «el doloroso estado a que la revolución redujo con sus disposiciones el espíritu de asociación religiosa, hizo decaer en esta ciudad la práctica de los actos más sagrados que la iglesia tiene establecidos para la instrucción y edificación de los fieles».

Reflejaba como muchos habían renunciado a estas prácticas por la falta de apoyo oficial por parte del Gobierno. La situación había llevado a que «no se pensase en la ejecución de los pasos que representan los Misterios de nuestra creencia. Pero felizmente restablecido el orden y asegurada en su santa observancia la religión de los españoles, por los sentimientos que animan a nuestra católica reina, ha renacido en estos vecinos los sentimientos religiosos que no habían perdido (…) se han decidido en la próxima semana mayor a ejecutar las procesiones con toda la solemnidad y grandeza que lo hacían en años anteriores».

Destacaba el alcalde que los vecinos habían respondido con aportaciones muy superiores a lo que se esperaba, pero el montante total necesario se escapaba a la capacidad del vecindario, de forma que se habían dirigido al ayuntamiento demandando la necesaria cuantía dineraria. «Se ha propuesto hacer un sepulcro nuevo, costear un manto a Nuestra Señora de la Soledad y reorganizar la hermandad de Jesús que se halla en un estado lamentable».

Analizada detenidamente la situación y decididos a colaborar, se dirigen al jefe provincial «suplicándole tenga la disposición de autorizar los tres mil reales de vellón que van a las tres hermandades que sacan las efigies».

El segundo de los ejemplos nos sitúa a principios de abril de 1895, cuando la corporación que presidía don Juan Fernández Belón tiene constancia del hundimiento del techo de la sacristía mayor de la santa iglesia parroquial, creándose una enorme alarma entre los vecinos y comprobándose que la causa que provocó el derrumbe fue la filtración masiva de agua.

Se dirigen al cura párroco comunicándole que «como se acercan las solemnes festividades de Semana Santa, en las cuales acude al templo gran número de fieles, deseando disipar los temores que surgen sobre la seguridad de las techumbres de la parroquia (…) se digne permitir que los peritos alarifes de la ciudad don Cristóbal Lara Urbano, don Miguel Nieto Hernández, don Antonio Sánchez García y don Francisco Calleja Campos y los de carpintería don Juan Álvarez Cabello, don José Martín Caravantes y don Antonio Reina Mata, reconozcan detenida y minuciosamente dichos techos». El templo parroquial de la iglesia mayor de Marbella, Santa María de la Encarnación, siempre fue una de las esencias del patrimonio de la ciudad y el centro de las iniciativas cofrades.

Suscríbete para seguir leyendo