Historia de Marbella
Una pincelada de crónica negra
En la calle Peral existió un bar de copas, con horario hasta la madrugada, llamado ‘Los Barriles’, donde ocurrió un trágico suceso

Calle Peral de Marbella / L.O.
Pasear por el Casco Antiguo de Marbella, de manera especial para quienes han crecido o vivido un largo tiempo en la ciudad, puede resultar un ejercicio evocador de aspectos muy diversos.
Caminando a lo largo de la calle Peral recordaba algunas de las tiendas de alimentación tradicionales que allí existieron. Entre ellas una cuyo propietario poseía también una furgoneta con la que visitaba emplazamientos rurales del término municipal para acercar alimentos básicos.
Siempre destacó en esa calle la gran cantidad de bares, de diferente catalogación, que allí se ubicaban. Uno de ellos se denominaba ‘El Cencerro’ porque colgaban unos cencerros de vaca a los que hacían sonar cada vez que algún cliente entregaba una propina significativa. El artilugio había sido traído desde una finca al este de Río Real, conocida como ‘Cortijo o Lagar de Pino’, facilitado por Antonio Claro Gallardo.
Junto a este bar, con oferta basada en el vino y el pescado frito, en los años sesenta, segunda mitad de la década, existió un bar de copas, con horario hasta la madrugada, llamado ‘Los Barriles’, siempre con música del momento como The Beatles, Tom Jones, Patty Pravo, Engelbert Humperdinck, Matt Monro o Mina.
Su propietaria era una mujer británica que posteriormente lo traspasó a un ciudadano alemán. Recordar este bar fue la causa de conectar con la crónica negra de Marbella; con aquella hoy olvidada y con muy poca repercusión mediática entonces, al contrario de lo que ocurre en las últimas décadas.
La propietaria de este establecimiento, B.G.C, fue protagonista pasiva de un luctuoso acontecimiento, sucedido a comienzos de julio de 1967. La prensa lo destacó con un titular rotundo: «Sangriento suceso en Marbella. Una súbdita inglesa fue apuñalada por su amante».
El terrible hecho se llevó a cabo en el apartamento 24 del edificio Fontanilla. La mujer tenía 41 años de edad, nacida en Wolverhampton, y llevaba viviendo en Marbella desde hacía poco más de dos años. Compartía vivienda con F.I.L., de 30 años, natural de Madrid y camarero de profesión, trabajador de la cafetería que Automóviles Portillo abrió en junio de 1967 en la estación de autobuses. Ambos eran casados.
De madrugada el hombre, con un arma blanca, agredió repetidamente a la mujer y se dio a la fuga cuando ella comenzó a gritar, alarmando a los vecinos, quienes avisaron a la guardia civil, que acudió rápidamente. Los guardias quisieron trasladar a la herida al hospital municipal (Hospital Real de la Misericordia), pero se negó, de manera que llamaron al médico forense, Antonio Maíz Viñals, que acudió acompañado por su hijo, también médico, Antonio Maíz Martín.
Examinada la apuñalada, concluyeron que las heridas eran de pronóstico menos grave. Mientras los médicos atendían a la mujer, números de la guardia civil emprendieron la búsqueda del agresor; lo encontraron media hora más tarde, tomando una copa en el bar Jerez, sin que presentase resistencia para ser detenido.
Indagaciones posteriores pusieron de manifiesto que ambos consumían habitualmente grandes cantidades de alcohol, hasta alcanzar frecuentemente la embriaguez, dificultado la convivencia (de lo que prestaban testimonios los vecinos).
El camarero se apropió de dos cuchillos en su trabajo y con uno de ellos apuñaló a la mujer repetidamente hasta el punto de partir el cuchillo; ella se defendió y, al verla cubierta de sangre, huyó. El agresor declaró a los agentes que la situación en la que se encontraba la relación entre ambos, hacía imposible la convivencia. A pesar de la negativa, ante el empeoramiento de su estado, fue trasladada el Hospital de la Cruz Roja de Málaga, por recomendación de los médicos, y en aquel centro sanitario falleció.
El cónsul británico en Málaga fue el encargado de comunicar la noticia al marido de la víctima, residente en Londres. Acudió a Málaga para realizar los oportunos trámites. El suceso impactó en la ciudad y tuvo su reflejo en el semanario ‘El Caso’, publicación sobre crónica negra de gran popularidad en aquella época. El bar siguió abierto con el nuevo propietario y durante bastante tiempo se recordó el trágico final de quien lo puso en marcha.
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