Ya podemos hacer balance, más tranquilamente, de lo que ha supuesto 2016 para nuestro sector, que se puede calificar como de positivo. Sin duda, ha sido el año de la estabilización de los concesionarios y de la automoción en general en España. Me atrevo a decir que la crisis ha quedado aparcada, pero aparcada no quiere decir que esté definitivamente enterrada.

Parece que el estado natural de los concesionarios tiene que ser la inquietud. Estamos afrontando muchos cambios operativos, y nos vemos ya obligados a hacer frente a nuevos modelos de negocio de los que no podemos quedarnos fuera. Estos modelos de negocio, todos lo sabemos, tienen que ver también con los nuevos enfoques que están dando los fabricantes a su futuro y a su modo de entender la venta de sus coches.

La pregunta que, especialmente durante el año pasado, ha flotado en el ambiente es si los concesionarios seguiremos siendo necesarios a la vista de algunos planteamientos por parte de las marcas: venta por Internet, exposiciones virtuales o la tentación de hacer crecer otros canales de venta. Pues bien, conviene responder categóricamente a esta pregunta: la distribución de coches se seguirá basando en el modelo actual y será dominante la participación de los concesionarios, que sufrirán una evolución, pero no una revolución.

En cualquier caso, los concesionarios sienten cierto nerviosismo porque ven contradicciones en algunos planteamientos de las marcas. Sería importante que éstas digan claramente que su apuesta es la distribución oficial tal cual la conocemos.

Somos, quiero recordarlo, la mejor opción para ellas a la hora de posicionar sus productos y prestar un servicio profesional y de calidad a quienes compran sus coches.

Pero para que los concesionarios puedan prestar ese servicio profesional hay detrás una gran cantidad de recursos que demandan grandes inversiones e importantes riesgos, pero con una muy baja y lenta rentabilidad. En este sentido, los concesionarios de automóviles, en su mayoría de carácter familiar, actúan como empresarios independientes, en su propio nombre y bajo su responsabilidad y riesgo, dentro de la zona o área territorial que le haya asignado su proveedor. Realizan inversiones de una media de seis millones de euros cuando se trata de instalaciones en un área metropolitana, con la adquisición entre otros, de sistemas informáticos, equipos de diagnóstico, herramientas y utillaje específico o formación. Que la rentabilidad sobre facturación de este año se quede en un escaso 1,5% refleja la realidad que vivimos.

Nuestro negocio no se justifica sin una rentabilidad que se acerque al 3%.

Eso sí, nosotros no podemos quedarnos parados. El concesionario que no esté alerta lo va a pasar muy mal en los próximos años. Por ello, insisto en el matiz, la crisis está aparcada pero no enterrada. La crisis se llevó 1.300 concesionarios y, si no hay adaptación por nuestra parte, podrán desaparecer más en el futuro.

En este sentido, los verdaderos desafíos de la distribución y reparación de vehículos serán tener una relación óptima con el cliente, innovar para tener un retorno mayor, aprovechar al máximo las nuevas tecnologías y hacer todo lo necesario para que el negocio sea rentable.