¡Ostras como empezó la tarde de emociones ayer! Llegaba yo a la plaza ya repuntaíta con el tema del sentimiento (les advierto que soy de frágil corazón) por todo lo que rodeaba a la alternativa de David Galán y la ausencia siempre presente de su padre, el diestro fallecido en accidente de tráfico Antonio José Galán. Vamos, que venía escuchando la radio y en ella a El Puno, a Miguel Márquez, a Alfonso Galán, todos recordando al diestro de Fuengirola y diciendo como le habría gustado estar allí y me dije, pues hoy me llego al patio de cuadrillas y veo cómo está el ambiente por allí.

Brillante idea. ¡Para qué se me ocurrió la brillante idea! Primero, César Rincón que me dijo: "Es muy emocionante estar hoy en esta alternativa porque es como alargarle la vida a Antonio José Galán"; ahí es poco la declaración del colombiano. Pero, para colmo, me acerco a David Galán y le pregunto, ilusa de mí que esperaba una respuesta normal, sin demasiada trascendencia, "¿De todas las llamadas que ha recibido hoy cuál le ha llegado más?". Agárrense a la respuesta: "La de mi padre". "¡Uf, vaya tela!", pensé, y me fui a mi localidad sin preguntarle nada más a nadie.

Salió el toro de la alternativa y tras un prolongado abrazo del padrino de la ceremonia, Manzanares, al toricantano, el brindis, de Galán a Galán, del albero directamente al cielo, la plaza en pie y el nudo en la garganta. "Me ha dicho las mismas palabras que me habría dicho mi padre, descanse en paz; era como si me hubiese hablado él", comentó David Galán tras su primero. Salió Manzanares y entonces me fui con mis amigos, ésos de los que les hablo a diario porque sé que son unos incondicionales del alicantino, de su quinta, y me gusta escucharles; no me defraudaron. Todos en tensión, la figura levemente echada hacia delante como para estar más cerca del ruedo y, tras el capote, opinión unánime: Pepe, mi amigo Gabi, del que no les había hablado hasta ahora, y mi padre, del que les hablaré mucho, gesto preocupado y moviendo la cabeza de un lado a otro, afirmaron: "No le ha gustado el toro". Y aquella afirmación cayó como una losa sobre nuestros asientos. Y en la muleta, las justificaciones: "Lo tiene que matar ya, tiene más de 50 años, y sin material para hacer el toreo que él hace, lo que tiene que hacer es matarlo; yo lo hubiera hecho hace rato", sentencia mi progenitor con el asentimiento de los demás. "Se me ha acabado ya el 50 % de la ilusión que traía esta tarde", se lamentaba Pepe al terminar la faena. Y Manzanares con sus 34 años de alternativa a la espalda, confesaba: "No me ha gustado el toro, daba tornillazos y embestía descompuesto; se ha intentado y no ha podido ser". En el segundo tampoco pudo ser, y Pepe guardando para otra tarde su cien por cien de ilusión en el bolsillo.

Los años. "Tenía ganas de pegarle 20 ó 30 muletazos pero no ha podido ser. Al animal se le ha notado también la edad, tenía casi seis años", decía el de Alicante con la voz entrecortada y casi sin aliento. Y me di cuenta enseguida de lo certera que era su afirmación; cómo se notan los años para todos y toros.

La tarde transcurría entre intentos inacabados de faena y César Rincón se lamentaba de las pocas fuerzas de sus toros. En uno de esos tiempos muertos de la corrida me encuentro con Alfonso Galán, tío de David y hermano de Antonio José, con el que coincidí hace años en un viaje a Venezuela. Tras un abrazo y las preguntas de salud de rigor hablamos de David: "Le he visto muy tranquilo. Yo se lo dije el otro día tomando café: `David, que los nervios no te traicionen´. ¿Veremos qué tal el segundo?". Y en el segundo fue. David se emborrachó de su toreo y desplegó todas sus armas. Y de entre la locura público y torero tres detalles: esas palmas del respetable que sonaban para el torero y para su padre; David acariciando al toro herido de muerte que le había dado el triunfo, y ese gesto enorme para el recuerdo del maestro Ruiz Miguel cogiendo en hombros al nuevo matador para darle la vuelta al ruedo... Ya saben, mañana más.