De forma discreta, el hogar de Pozos Dulces, inaugurado por Cáritas en 2001, se ha convertido en una tabla de salvación para decenas de indigentes. Fue la respuesta de la diócesis de Málaga al año 2000, el año jubilar.

Casi ochenta voluntarios lo ponen en marcha, distribuyéndose sus numerosos servicios. Pero no son suficientes. "La llamada de Cáritas al voluntario fue muy bien respondida pero aquí siempre hay necesidad de gente porque esto es inagotable", reconoce sor Concepción Hernández, directora del centro, que admite: "me gustaría que hubiera más voluntarios, sobre todo en el trabajo de calle".

Emilia Sánchez es una de estas voluntarias de calle, su tarea es dura: contactar con los indigentes y convencerles para que ingresen en el hogar, que ahora mismo atiende a 43 personas. Forma parte de un grupo de nueve voluntarios, aunque al principio eran 22. La mejor hora de contacto con las personas que viven en la calle son las 7,30 u 8 de la mañana. "A esa hora el vagabundo es más fácil de abordar porque si ha bebido, ya están despejados. Doña Prudencia tiene que viajar en el equipo de calle". Emilia, voluntaria de la asociación de caridad de San Vicente de Paul desde los 14 años, reconoce que es un trabajo que no puede hacer todo el mundo. "Hay que hacer un seguimiento a la persona, hablar con el entorno, insistir y aprender qué tiempo necesita para que acuda al hogar". Esta voluntaria está convencida que vivir en la calle "denigra a la persona" y le hace perder la autoestima. "Es algo que le puede pasar a cualquiera porque por el hogar también ha pasado gente que tuvo muchos millones".

Manuel Camas, marino mercante jubilado, con 10 nietos, `encontró su sitio´ hace dos años, y desde entonces trabaja dos días a la semana en la recepción del hogar. "Hace 30 años estuve ayudando en el psiquiátrico de San José, pero no encajaba", admite. Tras buscar un sitio donde ayudar (en el Hospital Civil le dijeron que no contemplaban voluntarios para acompañar a los ancianos), recaló en Pozos Dulces. "Aquí me siento muy bien, yo encuentro a Jesús en ellos y me siento útil".

Rafael Ordóñez, que desde hace año y medio realiza la revista del centro, coincide con Manuel Camas: "Venimos por compromiso y amor a Jesús de Nazaret y cada uno lo hacemos lo mejor que podemos". El hogar de Pozos Dulces espera más voluntarios como ellos.