No se sabe qué fue primero, si las campanas de la Catedral anunciando el mediodía de agosto o la humareda que subió hasta lo alto de la Manquita. Al momento, un camión de Bomberos se desplazó hasta la calle Santa María para descubrir, rodeado de turistas haciendo fotos, que estaba ardiendo en el subsuelo un transformador de Sevillana. El aparato se encontraba bajo los jardines del Sagrario, cerca de un viejísimo almencino que, por cierto, no sufrió daño alguno.

"El transformador ha quedado listo", comentó un bombero. También pasó a mejor vida la luz eléctrica en la calle Santa María y en Molina Lario, además de en la calle Granada y en la zona de San Agustín, aunque en estos dos puntos el apagón no duró más de cinco minutos, con un pequeño amago posterior. La falta de luz no llegó a nuestro pintor más luminoso: el apagón no cayó sobre el Museo Picasso.

Los comerciantes de la calle Santa María avisaron al momento a averías de Sevillana, que hacia la una y cuarto de la tarde estaba tratando de arreglar el entuerto.

El grupo electrógeno. "Se ha incendiado un cuadro de baja tensión, posiblemente por una sobrecarga", informó un trabajador de la compañía, asomado a la verja del Sagrario, quien también declaró que, en cuanto se pudiera, instalarían un grupo electrógeno, como en los hospitales, mientras la avería se subsanaba: "Irá para largo, de cinco a seis horas", auguró.

La avería era larga y el cacharro incendiado, enorme, aunque estuviera bajo tierra. Por una trampilla descendían los reparadores de Sevillana como quien marcha a la mina. En los comercios de Santa María, algunos propietarios se asomaban a la calle en busca de luz. Otros preferían permanecer en las tiendas para evitar sustracciones. En una tienda de ultramarinos, un comerciante a oscuras se lamentaba: "Esto va para siete u ocho horas". Pero todo llega: a las seis y media de la tarde se hizo la luz -eléctrica- en toda la zona y el almencino del Sagrario respiró tranquilo.