Cada lugar lo celebra a su manera, pero las tradiciones siguen renovándose cada año sin perder el sabor de lo antiguo, de lo popular. Ayer, Mijas y Maro volvieron a celebrar un año más la festividad de San Antón, un día especial para todos los animales, pues éste es el santo protector de aquéllos.

La ermita de San Antón en Mijas volvió a recibir una vez más a todas las solteras del municipio que quieren conseguir un novio en ese año. Marca la tradición que si se le arroja una pequeña piedra al santo y se le da en la entrepierna, la afortunada conseguirá pareja. Mujeres de toda la provincia se acercaron hasta la zona de Osunillas (Mijas) para cumplir con su cometido. Sin embargo, este año no se le abrió la urna a la figura de San Antón. Las piedras han deteriorado la imagen y ya le han realizado dos restauraciones. Así pues, la labor en esta ocasión fue más complicada pues en vez de tirar las chinitas a la talla tuvieron que acertar en su puntería al San Antón de mármol que está ubicado en la parte alta de la ermita.

La jornada comenzó con una misa en honor al patrón de los animales, mientras perros, gatos, conejos, caballos y tortugas, entre otras mascotas, esperaban en la puerta del santuario. Tras el sermón, el párroco bendijo a los animales y arrojó sobre ellos agua bendita. Una vez finalizado el acto, se le enciende una vela al santo.

"Rubio sí, moreno no, de 15 a 20 lo quiero yo...", cantaban las vecinas de Osunillas haciendo un corro y bailando mientras las solteras tiraban sus piedras. Estas canciones populares o "de columpio" son muy conocidas en Mijas. Se les llama así porque en algunas zonas del municipio se hacían corros en las fiestas y las solteras se montaban en los columpios, mientras el mozo que las pretendía se acercaba a empujar el mismo para mostrar su interés.

Para terminar la jornada no podía faltar una buena comida. ´Los callos de San Antón´ fueron los protagonistas. Como broche final de la fiesta se sorteó, como de costumbre, un gallo. Esta tradición es una de las más conocidas en Mijas y se remonta al siglo XVIII.

Fuego. La festividad de San Antón se vive de una forma muy especial en el núcleo nerjeño de Maro, donde incluso en la víspera se rememoran tradiciones ancestrales alrededor de las hogueras que purifican espíritus y sirven para hacer cenizas utensilios antiguos o materiales deteriorados. Cada familia suele encender una fogata a las puertas de su vivienda y, desde lejos, el pueblo parece estar en llamas.

Ya en la jornada de ayer, la imagen del patrón de todos los animales salió en procesión, como cada 17 de enero, y vuelve a ser protagonista el fuego. Este desfile sirve para que en cada hogar se recupere la tradición del encendido de ruedas de fuego al paso del trono. Sin embargo, en la actualidad, esas ruedas han sido sustituidas por artificios pirotécnicos que son contratados a una única empresa y que suponen un importante desembolso económico en algunos casos.

Inmaculada Casanova argumenta que para cualquier visitante es bastante pintoresco ver cómo las personas se reúnen en familia en estas fiestas e invitan a todo aquel que se acerca a compartir la noche. Y agrega su hermana, María del Carmen, que muchas personas que viven fuera de Maro aprovechan estos días para volver a ver a su familia. Es el caso incluso de emigrantes a Cataluña que, año tras año, regresan por San Antón.

Uno de los visitantes en esta ocasión, Jorge Gil, natural de la localidad algarrobeña de Mezquitilla, sostiene que casi todos los años se desplaza hasta Maro: "Este año se nota la crisis, hay mucho menos ambiente porque la cosa está fatal en todo y también nos cuesta salir a divertirnos".