Después de años de reivindicaciones, los vecinos del Guadalhorce están más cerca de la capital. El viejo tren del interior ya se va pareciendo al reclamo histórico de los viajeros. El cercanías llena cada día más sus vagones acortando la distancia entre pueblos y ofreciendo las comodidades que sus usuarios merecían, aunque aún quedan pendientes condiciones que mejorar.

La línea ferroviaria del cercanías C-2, que comunica Málaga con los pueblos de la comarca del Valle del Guadalhorce, Cártama, Pizarra y Álora, ha experimentado un incremento de viajeros en los últimos seis meses, pasando de los mil a los dos mil pasajeros diarios, después de que se sustituyeran los antiguos coches y que los usuarios pudieran llegar hasta el centro de la capital. Desde el pasado mes de abril y tras una lucha constante reivindicando los mismos derechos que los ciudadanos de la Costa, por su mejor servicio en este transporte, las instituciones competentes reforzaron la flota con la sustitución de los trenes antiguos por trenes Civia de última generación, se ajustaron las frecuencias horarias y se amplió el recorrido de la línea, que antes finalizaba en la estación María Zambrano con la posibilidad de realizar un trasbordo en la nueva estación Victoria Kent para acceder a la línea C-1 de la Costa.

Ante esto, los ciudadanos han respondido con un mayor uso de del medio ferroviario, «pero la única pega es la frecuencia», reconoce una de las personas que viajan a diario desde Pizarra a Málaga para trabajar, Isabel Pérez. «No es igual que en la costa que pasa cada media hora». «Aquí todavía te tienes que levantar muy temprano y vuelves más tarde de lo no normal, porque los horarios no se ajustan a las necesidades», comenta.

La frecuencia sigue siendo la asignatura pendiente del servicio ferroviario y para obtener una respuesta de Renfe e Infraestructuras Ferroviarias que exigen para ello un aumento de pasajeros, las autoridades de la comarca se han comprometido a seguir impulsando entre sus poblaciones el uso de este medio de transporte, para hacer posible la reducción de frecuencias en las paradas y satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

Los alcaldes de los pueblos de la comarca donde el cercanías tiene su estación han manifestado su satisfacción con las mejoras que se han introducido en la línea y en las viejas estaciones.

«Ha sido una lucha que ahora está dando los frutos a base de diálogo, consenso y acuerdos», reconoce el primer edil de Pizarra, Francisco Vargas. «Creo que debemos seguir apostando por este medio de transporte que es el más sostenible medioambientalmente hablando». «Todos tenemos que ayudar y colaborar en la difusión y en el impulso definitivo del tren». «No sirven de nada las protestas y manifestaciones para exigir mejoras si luego no tenemos predisposición clara para trabajar conjuntamente con las administraciones públicas a favor del tren», entiende el regidor pizarreño.

Para conseguir esa conciencia ciudadana por el uso del medio ferroviario, los ayuntamientos están colaborando con la difusión de horarios del cercanías en todos los medios de los que disponen para su publicidad, así como con los viajes que organizan a la capital y la costa.

«Aunque estamos muy contentos con las mejoras que se han realizado en la línea, estamos haciendo todo lo posible para que los ciudadanos utilicen más el tren, para que no haya ninguna duda de que hay que mejorar la frecuencia». «También entendemos que un tren vacío no se puede tener y para eso estamos trabajando», según el alcalde de Cártama, José Garrido.

Por su parte, el regidor de Álora, José Sánchez, reconoce también las importantes mejoras que ha experimentado la línea. «Eran necesidades fundamentales que han repercutido en una mayor comunicación y comodidad para los vecinos de la comarca, pero hay que tener en cuenta también que es más importante en el servicio la calidad», apunta.

El cercanías viaja cada día al interior del Valle del Guadalhorce acompañado cada vez más por los pasajeros que eligen el viejo medio de transporte, que aunque ofrezca ventajas tiene que adaptarse al ritmo de vida de sus viajeros para no quedar en el olvido.