Cuando a J. A. A. G, un preso de 57 años de la cárcel de Alhaurín de la Torre, le dieron el permiso penitenciario de fin de semana sólo pensaba en visitar a su novia en la cárcel de Albolote. El preso, con un régimen de tercer grado, dejó su declaración de amor escrita en los aseos de la estación de autobuses de Antequera, que despertó en él la idea de robar un vehículo de la flota de Alsa para salir de la ciudad.

El plan no comenzó nada mal. Eran las tres de la mañana cuando el preso consiguió burlar al guarda de seguridad, sustraer el mando para conducir el autobús, forzar la puerta y salir con él, aunque, eso sí, llevándose por delante uno de los muros de contención de la estación.

A pesar de que el vigilante llamó de inmediato a la Policía Local y ésta a la Policía Nacional, el preso huyó y durante unos 30 minutos condujo el vehículo, no sin dificultad, llevándose a su paso semáforos, coches, bolardos y parte de una esquina, afectando a un comercio e incluso dejándose una de las puertas del autobús por el camino.

Varias llamadas de los vecinos alertaron a la policía de los golpes e incluso de la circulación, un tanto extraña, del autobús. Así, el jefe de la Policía Nacional, Agustín Flores, relató ayer por la tarde en rueda de prensa que según los testigos y los daños identificados, el vehículo fue por el paseo del centro de los Colegiales, Albarizas, la zona del centro comercial, el polígono y subió de nuevo al centro por la rotonda de los dólmenes. «Es extraño que no siguiera para la autovía, creemos que tuvo que ver algo, un coche de policía o algo que le hizo huir», afirmó Flores.

Fue en ese momento cuando los acontecimientos dieron un giro y lo que hubiera sido una escapada de película se convirtió en un autobús empotrado en una calle sin salida. Los intentos del preso por salir de Antequera se truncaron al no poder continuar su huída por la calle Nájera, actualmente en obras, e intentar acceder por una vía sin salida.

Pasaban las tres y media y el reo, resignado, bajó del autobús y cogió su macuto. Su aparatoso aparcamiento y su rostro quedaban grabados en las imágenes de las cámaras de vigilancia del Archivo Histórico Municipal, que han servido para que sea reconocido por los testigos y detenido por la Policía Nacional en la cárcel de Alhaurín, la misma semana de los hechos, a la que por cierto llegó a tiempo. «Han hecho una gran labor, siempre la hacen; la investigación ha sido muy rápida y efectiva», manifestó ayer el alcalde de Antequera, Manuel Barón.

El hombre, que sigue en prisión, no ha dado más detalles de su fin último con el robo del autobús porque se ha negado a declarar. Ahora pesa sobre él un delito de robo o hurto de vehículo a motor, otro de daños en el mobiliario urbano, varios vehículos, negocios particulares y contra la seguridad del tráfico.

Aunque su aventura no quedará en los libros de historia de la ciudad sí ha copado las páginas de sucesos. Una huida en autobús de la que hoy se sabe un poco más y cuya huella se puede aún ver en los desperfectos del mobiliario urbano y en una declaración de amor en los baños de la estación antequerana que, junto a un nombre de mujer, reza: «Te quiero, amor mío. Albolote».