­La crisis económica, las escasas probabilidades de que el sistema permita a los jóvenes dedicarse a aquello que estudiaron o simplemente el destino ha llevado a muchos a convertirse en agricultores. Decenas de jóvenes en la comarca de Antequera se han decantado por el campo como salida profesional y en su mayoría arrastrados por las profesiones de sus progenitores.

Unos han descubierto un mundo que les apasiona, frente a los que luchan por salir del trabajo duro para alcanzar sus sueños.

Es el caso de Ismael Gómez. Tiene 27 años y desde hace dos porta en su currículum la diplomatura de Arquitectura Técnica cursada en la Universidad de Granada. A ello se suma un máster en Gestión y Seguridad Integral en la Edificación. A pesar del peso de su formación su trabajo no tiene lugar en una oficina ni está relacionado con la arquitectura. Muy al contrario, su labor se asienta en el cuidado de olivos.

«Decidí meterme en arquitectura porque me encanta la construcción y todo lo que está relacionado con los edificios», expone Ismael.

Este joven de Villanueva de Algaidas ve el campo, actualmente, como una dedicación temporal. «Quiero dedicarme a lo mío», hace hincapié Ismael, quien lamenta la falta de oportunidades para hacer prácticas más allá de un mes, por las dificultades que pasa el sector con la caída de la construcción.

Actualmente su vida está en stand by. A pesar de ello, no cesa en la búsqueda de empleo y no descarta salir del país para buscar nuevas oportunidad. Mientras tanto seguirá empleando su tiempo en las tierras donde sus padres han trabajado toda la vida.

«Es un trabajo intermitente, no me apasiona, pero es lo que hay ahora mismo. La situación es frustrante porque ahora parece que no sirve de nada estudiar», indica Ismael. Sin embargo, se siente afortunado con este trabajo: «muchas personas no tienen nada, aunque sea con esto puedo seguir hacía delante».

«Lo mejor de dedicarse al campo es que te vuelves más mañoso, y lo peor el gran esfuerzo físico», manifiesta Ismael, quien tiene la esperanza de conseguir un trabajo de los suyo cuando remonte la situación económica del país.

José Luis Parada, Ingeniero en Telecomunicaciones, también se vio salpicado por el batacazo del ladrillo. Siendo uno de los primeros en su promoción y dedicado durante ocho años de su vida a la ejecución de proyectos de infraestructuras para viviendas, sintió la obligación de tirar hacia el campo. Aunque en el año 2010 realizó el último proyecto relacionado con su profesión aún hoy día mantiene contactos para el desarrollo de aplicaciones.

A pesar de ello, tras la importante inversión realizada en maquinaria se ve arrastrado a quedarse en el campo. Algo que no le pesa «porque confieso que me gusta la agricultura».

Otra joven que actualmente dedica su vida al olivar es María José Moreno. Una antequerana que viajó hasta Madrid a sus 18 años para cursar la doble licenciatura de Administración y Dirección de Empresas e Investigación y Técnicas de Mercado. Su amor por el marketing la llevó a trabajar durante dos años en BMW Ibérica, realizando estudios de mercado. Más tarde bajó al sur para ayudar con el olivar familiar en Antequera.

Tras cuatro años se ha dado cuenta de la importancia del aceite de oliva y quiere enfocar sus conocimientos de marketing en potenciar el oro líquido que sale de las tierras en las que sus padres han trabajado toda una vida.

María José, de 28 años, pretende conocer el mercado exterior y exportar los productos con un toque novedoso. Lejos de ver negativo el cambio de rumbo, va a plasmar sus conocimientos en la empresa familiar con la que ha estado vinculada toda la vida.