La farmacia La Purísima, regentada por Esperanza Conejo Ramilo desde los años cuarenta, conserva un mostrador en el que se despachaban los medicamentos. Así, la caja registradora, de los años cincuenta, cuenta con el libro de instrucción que guardaba en perfecto estado junto con la hoja de garantía.

Las entrañas de esta botica del pasado siglo también permiten descubrir un esterilizador donde higienizaban el material quirúrgico del pueblo; una balanza de pesas para hacer las cremas; o morteros. De los primeros medicamentos que se realizaron a nivel de laboratorio industrial también atesora esta botica albarelos con más de setenta años.

En los escondrijos más remotos de los muebles, que cuentan con más de un siglo de uso, se encuentran toda la facturación desde 1945. «Los libros siguen siendo información confidencial porque por encima de todo está la privacidad de la persona», aclara Ricardo, el sobrino de Esperanza.