­Convertirse en un pájaro colgado del cielo y experimentar la libertad de mezclase con la naturaleza para vislumbrar paisajes inimaginables alcanzando el nivel más alto de adrenalina es la sensación de los amantes de las alturas.

El corazón de la Capital del Vuelo Libre, el Valle de Abdalajís, es testigo desde hace más de tres décadas de las sensaciones experimentadas a 1.500 metros de altura con ala delta y parapente.

Por su localización, orografía y condiciones meteorológicas el municipio malagueño disfruta de una de las mejores zonas a nivel internacional para tocar las nubes. De hecho, fue uno de los primeros en crear un club a nivel nacional con 34 años de historia a sus espaldas: Club Vuelo Libre Málaga.

Los amantes de las alturas comprueban antes de comenzar a volar las nubes así como la manga de viento que indica la dirección del aire para programar el mejor despegue y aterrizaje. Y es que la Sierra del Valle de Abdalajís cuenta con tres zonas de despegue y aterrizaje oficiales dependiendo de la orientación del viento. El piloto aterriza en la misma posición de despegue, aunque en una zona más baja.

Asimismo, antes de despegar se deben comprobar los sistemas de seguridad, la silla, el paracaídas de emergencias, así como los instrumentos de vuelo como son el variómetro o GPS navegador, que indica la altura y velocidad, y una radio conectada a la misma frecuencia para informar sobre las mejores condiciones del viento.

En la provincia se concentran más de medio millar de pilotos deleitados por las maravillosas vistas de la zona de Abdalajís con sus majestuosas montañas adornadas por las aguas del pantano de El Chorro.

El presidente del Club Vuelo Libre Málaga, Roberto Villena, que representa a más de sesenta pilotos de la provincia, resalta que cuando está en el aire todas las cosas que puedas tener en la cabeza se te olvidan. «Lo que más sientes es libertad», dice.

«Es inexplicable ver el mundo desde esa perspectiva. Cuando alguien vuela ya no mira al suelo siempre mira al cielo», subraya Villena, quien indica que la sensación es tal que quien asciende en vuelo libre siempre repite, señalando a los compañeros como lo mejor de este deporte.

Las corrientes de aire ascendente son las que favorecen el vuelo, que permiten alcanzar una velocidad entre 36 y 80 kilómetros por hora. Los pilotos buscan las corrientes térmicas para practicar un deporte que les permite estar lo más cerca que tiene del vuelo el ser humano.

El movimiento económico del vuelo libre en el Valle de Abdalajís es palpable desde que comenzara esta práctica a finales del siglo pasado. Y es que por sus condiciones meteorológicas el municipio es un ir y venir de europeos sobre todo en invierno, siendo uno de los mejores lugares en el continente para practicar este deporte en época invernal.

Desde el Valle de Abdalajís despegan vuelos de cross que aterrizan en Granada o Loja. El único que consigue volver a la Sierra del Valle es el malagueño campeón del mundo en parapente, Francisco Reina.

La naturaleza acompaña a los amantes del vuelo libre cuando elevan sus alas artificiales para mezclarse con los buitres, que en ocasiones vuelan con el piloto, quien les marca las corrientes ascendientes.

A la llegada de la noche cesan los vientos ascendentes, que favorecen el calor, llegando el momento de aterrizar tras dos y cuatro horas volando. Aterrizan con una bajada suave y andando hasta el punto concreto con el deseo de que el momento de volver a tocar las nubes esté cerca.