El origen de la caza nace del instinto de supervivencia. Más tarde la práctica cinegética es considera un deporte que desde el principio ha tenido como principales anfitriones a los hombres, aunque este paisaje viene experimentando cambios desde hace algunos años. De hecho, más de 400 mujeres salieron al campo a cazar el pasado año en Andalucía y cada vez son más las que se sumergen en un mundo que ha estado dominado por los hombres.

Mujeres que toman terreno y rompen tópicos; la mayoría se sumergen en la naturaleza arrastradas por el amor de sus progenitores a la caza.

Dolores Terrón se convirtió en la primera mujer cazadora del Coto de Cuevas de San Marcos, pero su afición por la caza viene de antes, cuando salía al bosque a acompañar a su padre, Juan, a la captura del conejo y al reclamo.

No cogió un arma hasta el año 2008 cuando Juan se vio mayor para seguir cazando, pero la familiaridad con la escopeta no tardó en llegar cuando el «gusanillo de la caza» la invitó a federarse.

«Somos dos hermanas, pero sólo yo practico la caza. Mi padre me explicaba el lance. Poco a poco lo fui comprendiendo y me gustó; a partir de ahí empecé a ir con él», señala Dolores.

Al abrirse la veda de la perdiz macho con reclamo, entre enero y febrero, Dolores sale al campo de la mano de Juan. «Me gusta buscar el sitio, esperar a que el pájaro cante y que empiece la pelea. Cuando sientes que te contesta el campo es una gran emoción».

Esta cazadora malagueña pone de relieve la extrañeza de la gente cuando conocen su pasión por la caza y lamenta no tener compañía femenina. No obstante, en ningún momento se sintió aislada en «este mundo de hombres. Me siento una más y jamás sentí discriminación».

Esta apasionada por el reclamo, dedicada durante años al trabajo con los más pequeños en la guardería, acude al bosque «aunque esté chispeando» y gracias a las indicaciones de su padre es la única juez de reclamo de la provincia.

El momento más apasionante para Dolores en el bosque aconteció al abatir dos pájaros de un solo tiro (carambola).

Las más jóvenes también se suben al carro de la práctica ancestral incluso antes de tener uso de razón. La rondeña Clara Freiin vom Fürstenberg camina por los bosques desde pequeña.

Ahora a sus 24 años, esta joven estudiante de Ingeniería Forestal, es guía de caza (caza a rececho) y batidora, esta última modalidad consiste en salir al monte con los perros «levantando a los animales para que los cazadores tengan la posibilidad de tirarles».

Aún recuerda el día que salió al campo por primera vez con su padre descalza, para no hacer ruido, al acecho de animales en el bosque. Era una niña cuando aprendió lo que significa ser guía de caza: «hay que conocer muy bien el terreno y el comportamiento de los animales, tener buen oído, olfato e instinto».

Esta aficionada a la caza mayor sale al campo tras la apertura de la veda a veces acompañada por un cazador y otras, cuando bate el monte caza junto a su padre, hermanos y perros.

Clara opina que más mujeres deberían practicar la caza, ya que la unión del hombre y la mujer sería la combinación perfecta: «el hombre pondría la fuerza y la mujer el instinto, sería un buen equipo».

«Me gusta sentir miedo y peligro y ver cómo se desarrolla mi instinto de supervivencia en situaciones de peligro, así como sentirme capaz de sobrevivir en la naturaleza. Al menos podría cazar para comer, es más, ahora toda la carne que consumo es carne de caza», explica Clara.

Tal es su instinto de supervivencia que aún recuerda como su olfato de guía y su camaleónica virtud para adaptarse al medio la llevaron a detectar tan sólo por el olfato la presencia de un animal.

«Buscábamos a un gamo y después de llevar horas caminando, escuché unas pisaditas que bajaban de la montaña y me vino el olor a gamo; le dije al cazador que se preparará y apareció. Pasó dando saltitos y no le tiramos, pero no me creía que lo hubiera acertado», cuenta entusiasmada aún por el momento vivido.

Por otro lado, esta joven guía de caza criada con la naturaleza, que sigue la dirección del viento en el bosque para acechar a su presa, considera la gestión cinegética «una herramienta muy útil e imprescindible para controlar las poblaciones de fauna, mantenerla en equilibrio y con un buen estado fitosanitario, siendo también un beneficio para la flora y el medio ambiente».

Una de las malagueñas más veteranas en el mundo de la caza es María Victoria Roldán, más conocida como Vivi. Dio sus primeros pasos en el mundo de la caza, como amante de los galgos, de la mano de su progenitor, Miguel.

Tiene 44 años, es enfermera y natural de Cuevas Bajas, además de la única jueza andaluza de galgos en campo. Desde el mes de octubre a final de enero, cuando llega la temporada de galgos, su prioridad es salir al campo cambiando insistentemente las reuniones familiares y los turnos de trabajo.

«Lo que más me apasiona de este mundo es galopar en mi caballo detrás del galgo y ver como la liebre se defiende. Pero lo mejor es compartir esta afición con mi padre, que además de maestro es mi mejor amigo y gracias a él soy galguera de corazón», indica Vivi, quien tiene veinte galgos y subraya: «Son como mis hijos», resaltando la satisfacción de verlos vencer en una carrera tras el aprendizaje de todo el año.

En este sentido, Vivi insiste en que cuando estos animales ya no son aptos para las carreras siempre les busca un buen hogar y comprueba que estén en buenas manos.

«El mejor momento de mi vida fue cuando gané el campeonato de Andalucía con mi perro Vivo. Fue un animal que nació mal y lo crié dándole alimento al principio cada diez minutos. Lo que hice por él me lo devolvió con creces», expone Vivi.

Esta amante de los galgos asegura que le costó abrirse camino en este mundo de hombres. De hecho, cuando consiguió el título de jueza los hombres ejercieron antes que ella. «Aprendes a luchar en un mundo de hombres», indica Vivi, quien señala que de eso hace más de 20 años y hace mucho tiempo que se siente como pez en el agua y una más cuando sale a practicar la caza.