El Sitio de los Dólmenes de Antequera es ya Patrimonio Mundial de la Unesco. Un reconocimiento que viene a distinguir al conjunto de bienes como un espacio destacado y singular. Sin embargo, el espacio malagueño no ha entrado en la lista indicativa del organismo internacional por mera casualidad. Presenta una serie de características que hacen de él algo único e inigualable.

Este nuevo Patrimonio Mundial se podría definir como un bien cultural en serie integrado por tres monumentos megalíticos, el dolmen de Menga, el dolmen de Viera y el tholos de El Romeral; y dos monumentos naturales, La Peña de los Enamorados y El Torcal de Antequera. Construidos en el periodo Neolítico y en la Edad del Bronce con grandes bloques de piedra que forman cámaras y espacios con cobertura adintelada (Menga y Viera) o falsa cúpula (El Romeral), los megalitos antequeranos fueron utilizados con fines rituales y funerarios y son reconocidos exponentes del Megalitismo europeo.

Las estructuras megalíticas se presentan bajo la apariencia de paisaje natural (enterradas bajo túmulos de tierra), subordinando su orientación a dos monumentos naturales: La Peña de los Enamorados y El Torcal. Ambos constituyen dos hitos visuales indiscutibles del Sitio. Precisamente es esta una de las circunstancias que ha propiciado la entrada del Sitio en la lista indicativa de la Unesco.

Los constructores de los túmulos funerarios que integran el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera hace 6.000 años decidieron por razones desconocidas orientar estas construcciones por primera y única vez en la historia hacia elementos terrestres y no hacia el lugar del amanecer solar, como ocurre en más del 90% de estas edificaciones prehistóricas catalogadas en Europa y África.

La conclusión pertenece a una investigación llevada a cabo por el doctor Michael Hoskin, catedrático emérito de Historia de la Ciencia de la Universidad de Cambridge, especializado en arqueoastronomía, quien durante diez años se dedicó a estudiar el eje de la orientación de cada sepulcro conocido en los dos continentes.

El estudio, incluido en el expediente de la candidatura del Sitio de los Dólmenes de Antequera, concluye que la orientación común en todos los conocidos hasta ahora es el equinoccio o el solsticio, pero este eje canónico se rompe en el caso de dos de los tres monumentos megalíticos malagueños, concretamente los conocidos como Menga y El Romeral.

El científico constata en su investigación que en Menga, el desvío de su eje lo provoca la decisión de dirigir la puerta de entrada hacia un elemento antropomórfico del paisaje, La Peña de los Enamorados, donde casualmente ha sido descubierto un conjunto de pinturas rupestres esquemáticas de color rojo de época Neolítica, ubicadas en el llamado Abrigo de Matacabras, en la cara norte de La Peña y a la altura de la barbilla de la «cara del indio», como se le conoce en la localidad a esta colina.

Pero el estudio se llena aún más de misterio al descubrir otro equipo de investigadores, dirigido en este caso por el doctor Leonardo García Sanjuán, profesor titular de Prehistoria de la Universidad de Sevilla y que integra a investigadores de la Universidad de Granada, Alcalá de Henares y Southampton, que en las proximidades de esas pinturas rupestres existen menires que conforman una especie de extraño círculo en torno a La Peña. De hecho, y para complicar más el misterio, estos menires estarían vinculados a otros existentes en la plataforma donde se ubicó el conjunto dolménico más tarde y que fueron usados como ortostatos posteriormente para la construcción de los Dólmenes de Antequera.

En el caso de la ubicación del Romeral, la orientación se recoge en la misma investigación como «hacia una montaña», El Torcal de Antequera. Allí, según el doctor Dimas Martín Socas, catedrático de Prehistoria, y la doctora María Dolores Camalich Massieu, profesora titular de Prehistoria, ambos de la Universidad de la Laguna, existen restos de asentamientos de pastores y artesanos ancestros de los habitantes de los Dólmenes. El descubrimiento se produjo en el conocido como yacimiento Cueva del Toro, flanqueado por el paraje natural de roca caliza que en aquel entonces pudo considerarse mágico.

Esta curiosa forma de edificar los monumentos megalíticos antequeranos forma parte de uno de los Valores Universales Excepcionales (VUE) que han hecho que el Sitio sea Patrimonio Mundial de la Unesco. A este habría que sumar la planificación arquitectónica excepcional de aquellos que construyeron los bienes y crearon formas arquitectónicas únicas y la unión en el Sitio de una variedad de tipologías arquitectónicas, una rica muestra de la diversa arquitectura megalítica funeraria de Europa.

Así, el dolmen de Menga se conoce desde el siglo XVI y fue declarado Monumento Nacional en 1886, obteniendo el máximo nivel de protección oficial en 1923. Esa misma catalogación fue recibida entonces por el dolmen de Viera, descubierto en 1903 por los hermanos apellidados de la misma manera que el monumento. Los hermanos Viera también descubrirían en 1904 el tholos de El Romeral, catalogado como Monumento Nacional en 1931.

En el caso de la Peña de los Enamorados, se trata de una formación natural conocida desde el siglo XVI. Y, finalmente, en lo que respecta al paraje natural de El Torcal, destaca el descubrimiento de la cueva de El Toro en 1972, que constituye un importante yacimiento en Antequera.

Historia y construcción de los Dólmenes de Antequera

Características singulares del primer espacio de Málaga declarado Patrimonio Mundial de la Unesco

El dolmen de Menga, un enorme sepulcro de galería

Concebido como un dolmen de galería a gran escala, Menga está compuesto por un túmulo de casi 50 metros de diámetro sobre una cámara megalítica de 27,5 metros de largo y hasta 6 de ancho. Con una altura de la galería que asciende de 2,7 metros en la entrada a 3,5 en el interior de la cámara, Menga representa un tipo de arquitectura megalítica que integra una cámara y un corredor con tres grandes pilares alineados a lo largo del eje longitudinal de la cámara. Se calcula que el peso total combinado de sus 25 ortostatos, cinco sillares de coronamiento y tres pilares es de 835 toneladas. Menga se orientó deliberadamente hacia la montaña de La Peña de los Enamorados y contiene ejemplos de arte simbólico prehistórico que tienen su análogo en La Peña y otros sitios del sur peninsular.

El dolmen de Viera y su largo corredor

Se trata de un monumento megalítico con una tumba de galería en la que se distinguen tres secciones diferentes separadas por dos puertas, con una longitud total de 21,5 metros. Su túmulo tiene un diámetro máximo de aproximadamente 50 metros y una altura de 4. En cuanto a la arquitectura megalítica, Viera se compone de un solo corredor largo con forma rectangular que conduce a una cámara. Además, dispone del único ejemplar subsistente de decoración pintada y en bajorrelieve de la Península Ibérica con un estilo registrado en algunas tumbas hipogeas de Francia e Italia.

Tholos de El Romeral, el mayor de la Península

Este bien se compone de un corredor de 26 metros de largo que conduce a una gran cámara abovedada y es el tholos más grande de la Península Ibérica. Con respecto a la arquitectura megalítica, El Romeral es un claro ejemplo de tholos con corredor y doble cámara, cuyos techos de falsa cúpula se construyeron con una técnica de aproximación de hiladas, usando cuerdas y bloques de piedra en seco erigidos a partir de piedras pequeñas. El Romeral está orientado hacia otro hito singular, El Camorro de las Siete Mesas, el punto más alto de la sierra de El Torcal.

La mirada de la Peña de los Enamorados

Se trata de un punto alto de la cordillera Bética que se eleva 880 metros por encima del nivel del mar y ocupa una superficie de 117 hectáreas. Históricamente, la montaña ha sido un hito de suma importancia debido a su ubicación y forma, sirviendo de «faro terrestre» para los viajeros. La Peña está visualmente relacionada con Menga. Este bien, en contraste con el cielo, se perfila como una figura antropomorfa (como un rostro humano que contempla el cielo) y se menciona en numerosas ocasiones en las narrativas tradicionales locales (leyendas, canciones).

El Torcal, un paraje natural kárstico

La sierra de El Torcal está situada a unos 11 kilómetros al Sur del municipio de Antequera, en la cordillera Subbética, a una altura de entre 800 y 1.136 metros sobre el nivel del mar. Su característica principal son las formaciones kársticas que acogen una amplia diversidad de hábitats que albergan muchas especies vegetales endémicas. Además, cuenta con numerosos desfiladeros y cuevas, así como con otras formaciones subterráneas, incluyendo la cueva de El Toro, donde se han hallado asentamientos arqueológicos de gran valor originados en el Neolítico y en la Edad del Cobre.