Me llamo Mari Carmen Sánchez y escribo esto desde una habitación de un hotel turco. Encerrada intento entender qué dicen las noticias de la televisión; mientras de fondo, de nuevo, después de horas sin escucharlos vuelven a oírse como aviones surcan el cielo de la ciudad de Estambul.

Llevan haciéndolo horas. Antes se entremezclaban con el sonido de los helicópteros, ahora se dejan oír en solitario. Sólo los aterrorizados graznidos de las gaviotas los acompañan.

Sin embargo, un nuevo sonido rompe la calma. No han dado las cuatro de la mañana aquí en un Turquía cuando un estruendo me ha sacado de la cama, como yo otras personas se han acercado a la ventana y con la mirada al cielo intentamos ver algo. Minutos después el canal de televisión que veo se hace eco de esa "explosión".

Precisamente ese sonido era una de las cosas que más temía escuchar cuando todavía estábamos en la calle. Ni lo militares con los que nos cruzamos en la Mezquita Azul, ni el taxista que se negó a traernos de vuelta al hotel lograron atemorizarme. Solamente empecé a ser realmente consciente de lo que estaba pasando en el país cuando al conectar el WiFi pude acceder a la prensa y leer por mi misma. Siempre he sido de las que piensan que la información tranquiliza, pero en esta ocasión ha sido todo lo contrario.

Saber que el tráfico estaba cortado en el Puente del Bósforo, un punto que yo había cruzado hacía cuestión de horas. Leer como el aeropuerto de Atatuk, al que yo llegué el jueves, estaba tomado por tanques. O ver como el plaza Taksim, en la que yo había comido, ahora era punto de encuentro, me hacía pensar que no estaba yo allí sencillamente porque el cansancio nos hizo ir al hotel a cambiarnos de ropa antes de hacer algo de turismo por la Mezquita Azul.

Ahí precisamente es donde hemos recibido la noticia del intento de golpe de estado. Twitter ha sido nuestro aliado.

En un intento por dejar de prestar atención al ruido de fuera, escribo un par de Whatsapp. En especial a mi hermana, nos reímos, me dice que a la vuelta me va a hacer crêpes con chocolate.

Son casi las cinco de la mañana y soy consciente de que no voy a pegar ojo y empiezo a pensar...Veo mentalmente a mis padres sentados en el sofá de casa o en la cama metidos sin poder dormir, están como yo. Pienso en toda mi familia y amigos que me ha saturado el Whatsapp, pero también pienso en porqué dije que sí a este viaje.

Vine a Estambul para vivir un día histórico: la declaración del Sitio de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio Mundial de la Unesco. A ello se sumaba que el viaje coincidía con mi 24 cumpleaños. Todo prometía que iba a ser un viaje único e inolvidable, no cabe duda de que en mi memoria, en la de mi familia y en la de millones de turcos el 15 de julio de 2016 va a quedar marcado para siempre.

Ahora solo me queda seguir en mi habitación hasta que los aeropuertos se abran y pueda volver a mi Málaga. Tengo claro que algún día volveré a esta ciudad, me quedo con las ganas de conocerla y disfrutarla.